Capítulo 82.

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Jade

36 semanas y media de embarazo.

Despierto en mitad de la madrugada al sentir que estoy muy mojada. Al encender la luz veo un charco húmedo en las sábanas.

Diosa... es la hora.

—Kenzo — llamo a mi hombre sin obtener nada de él.

Me levanto para ir al baño a darme una ducha rápida. Son las cuatro y cuarenta de la madrugada. Al salir del baño, llamo otra vez a Kenzo que sigue sin despertar.

Me pongo un conjunto de lana para ir cómoda. Al volver a la habitación veo que Kenzo ni siquiera se ha movido. Tendré que hacerlo de otra manera.

—¡¡KENZO!! — pego un grito haciendo que se sobresalte y se ponga a la defensiva.

—Cariño, ¿qué pasa? — me mira con las cejas juntas — ¿qué haces despierta y vestida?

Vuelvo al vestidor a por las bolsas de los bebés y algo de ropa para Kenzo. Se la doy despacio y hablo.

—Ya van a nacer. Vístete y llévame a la clínica.

No se que me pasa, pero estoy muy tranquila. Creo que aún estoy asimilando que llegó el momento de conocer a mis bebés.

—¿Qué? ¿ya van a nacer? Por la Diosa — comienza a hablar sin para y salgo de la habitación.

Sigue haciendo preguntas absurdas al seguirme. Comienza a gritar despertando a todo el mundo y niego con la cabeza. Este hombre no está bien.

Bajo con cuidado hasta el salón y nana junto a Sinnia nos siguen en otro auto.

—Por todos los Dioses, Jade. ¿Por qué no me has llamado? — me reclama y suspiro manteniendo la calma.

—Te llamé cuatro veces.

Niega con la cabeza sin dejar se conducir. Al llegar a la clínica, Kenzo se baja gritando. ¿Este hombre está loco o que?

Me traen una silla de ruedas para que me siente y niego. Necesito caminar, mi cuerpo me lo pide y nos llevan hasta una habitación. Astrid llega con una sonrisa.

—Veo que ya vienen los bebés. ¿Estáis listo?

—Sí.

—No — responde Kenzo con la voz llena de pánico.

Creo que se va a desmayar. Por la Diosa, y pensar que es un Alfa frío y sanguinario.

Astrid y yo nos reímos mientras me pide que me quite la ropa para ponerme una bata.

—Acuéstate en la camilla, cariño — me pide cuando termina de ponerme la bata — sube tus piernas a los lados.

Lo hago con la ayuda de Kenzo y Astrid me examina.

—Bien, Jade. Estás empezando a dilatar, pero solo llevas cuatro centímetros y hasta que no llegues a diez no debes pujar. Te veo muy tranquila, ¿estás bien?

—Creo que estoy en estado de shock y que de un momento a otro empezaré a gritar.

—Me temo que sí — asiente con una sonrisa y dos enfermas entran con varias cosas.

Kenzo no quería a ningún hombre aquí y Astrid lo tranquilizó. Está demente.

—Voy a ponerte una vía para administrar medicamento y suero. Los necesitas.

Asiento y siento el leve pinchazo de la aguja.

Kenzo no habla, ni siquiera se mueve, solo está atento a todo lo que me hacen y está pálido. Todo su color se ha ido.

Mi LunaWhere stories live. Discover now