Capítulo 12.

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Kenzo

Me fui a mi habitación en cuanto terminé la reunión. Necesito pensar en cómo recuperar a Jade, como no se me ocurre nada voy en busca de ayuda. Mi madre.

La encuentro en el salón leyendo y me mira con una sonrisa burlona al escucharme entrar. Estoy seguro de que sabe a que he venido.

—Hola, cariño — sigue con la burla.

—Vengo a que me des consejos, tengo que recuperar a Jade. Es mi mate y mi Luna, pero no sé que hacer para hacer que al menos me hable.

—Lo primero es hablar con ella, busca maneras. Tienes que tener tacto al hablarle, querido. No puedes demandar como si fuese tu juguete. Invitala a comer, dar un paseo o incluso puedes decirle que vayáis al bosque con vuestros lobos.

La escucho atento y sé que no me lo va a poner fácil. Cuando se marchó del entrenamiento con el mocoso ese ni siquiera me miró.

—Puedo llevarla mañana al instituto.

—Es un buen comienzo, hijo. Ve mañana temprano, desayunas con ellos y cuando termines, preguntale si quiere que la lleves.

Sí, claro, la voy a llevar quiera o no y no hay discusión, todos tienen que saber que es mi mate y futura Luna de la manada.

—Eso haré. Andreus ha encontrado a su mate, Aleska. La amiga de mi mujer — se dobla de la risa y la observo — ¿de qué te ríes?

—¡Ay, hijo! No es tu novia y ya la llamas mujer... aunque debo decir que ya quiero que se venga aquí, esa niña es tan dulce y buena.

—No hace falta hacer esas tonterías de pedirle salir, mamá. Es mi mate, ella sabe que es mía. También quiero que venga aquí...

Me quedo callado imaginando como se verá llena de mis cachorros. Es una imagen que lleva torturándome desde que escuché a su loba decir que quiere muchos. Sombra ronronea.

—Hijo — mi madre chasquea los dedos — ¿en qué piensas?

—En que soy un imbécil por lo que hice — le digo ente dientes.

Mi madre me da palmaditas en la espalda y se levanta. Ya es tarde y pronto estará la cena, así que me quedo viendo la televisión.

Cenamos y me despido de ella con un beso en la frente.

—Hasta mañana, hijo.

Me quito el pantalón y me duermo al tocar la almohada.

Siento un cuerpo a mi lado y me doy la vuelta para encontrarme con ella. Está dormida de lado, llevando solo sus bragas con un poco de encaje y de color rosa claro. Sus pechos están desnudos y alzo la mano para mimarlos.

Ella se mueve quitando sus brazos para que así pueda tocarlos mejor. Acerco mi boca a uno de ellos pasando mi lengua por su pezón antes de succionar un poco mientras ella gime en sueños. Subo a su cuello dejando besos y ella se retuerce soltando una risita.

—Buenos días, mi Alfa.

Ataco su boca y nos doy la vuelta para dejarla a horcajadas sobre mí.

—Buenos días, mi Luna. Estás hermosa.

Paso mis manos por su espalda sintiendo como su piel se eriza y llego a sus bragas para hacerlas a un lado y poder tener acceso a mi paraíso. Gimotea cuando toco su clítoris.

—Más — pide en un susurro.

No hace falta que digas más y meto dos dedos en su interior, está húmeda y se mueve para sentir más. Retiro mis dedos y los llevo a su boca para que se pruebe.

—Por favor, mi amor — gimotea agarrando mi polla que está dura.

La pasea por su entrada y se la mete hasta el fondo soltando un grito bajo. Siento como me palpita la polla en su interior y la beso como un loco. Alzo un poco mi pelvis para que se mueva a su antojo.

—Monta a tu Alfa.

Comienza a dar pequeños saltos y con mis manos la ayudo. Gruño y jadeo por el placer que me hace sentir. La quiero empalada con mi polla hasta que no pueda más.

—No pares, por favor — susurra como si la fuese a dejar sin su orgasmo...

Despierto con el cuerpo lleno de sudor. Maldita sea, otra vez.

Me voy a la ducha, donde tengo que ayudarme otra vez con la mano. Me las va a pagar la maldita.

—No es su culpa que seas un adicto al sexo — se burla Sombra.

Cuando salgo de la ducha me pongo un traje de tres piezas azul oscuro con camisa blanca.

Al bajar veo a mi madre desayunado y me acerco a ella para dejar un beso en su cabeza.

—Que guapo estás, hijo. Espero que te vaya bien — dice con diversión.

Yo, que siempre he tenido lo que he querido, ahora tengo que ir detrás de una niña para que me perdone.

—Te lo buscaste tu solo.

—Cállate, Sombra. No quiero lidiar contigo también.

Me monto en mi Maserati Levante nuevo, todo negro con los cristales tintados y cuero rojo en su interior.

Llego en menos de media hora a la casa de mi mujer y bajo del auto. Desde la puerta puedo olerla y Rosi abre con una sonrisa.

—Buenos días, mi niño.

—Buenos días, Rosi — le doy un beso en la sien.

Vamos a la cocina donde encuentro a la nueva pareja y Andreus me mira con una ceja alzada.

—Siéntate, hombre — dice con burla.

No lo aguanto estos días, pero siento a mi mate antes de verla y pasar por mi lado como si no me conociera.

—Buenos días, Jade — mi voz sale más ronca al recordar ese sueño.

Se queda mirándome y su hermano carraspea ocultando la risa.

—Buenos días, Alfa.

—Sabes que me puedes llamar Kenzo, no hace falta el Alfa.

Tenso la mandíbula odiando que no diga mi nombre, necesito escucharlo de su boca. Ella solo asiente y donde se sienta, me siento al lado.

—Desayuna rápido. Voy a llevarte a tus clases — le informo porque no le estoy preguntando y ella me alza una ceja.

—No, gracias. Iré en mi auto con mi amiga.

—Vienes conmigo, ya que tu hermano llevará a Aleska.

¿Por qué no deja de llevarme la contraria? Todos tienen que saber que es mía.

—No. No me hace falta nadie para ir al instituto, puedo sola.

Se levanta y le da un beso a su amiga diciéndole que la ve en clases.

Se dirige a la puerta y ella no escucha que voy detrás de
ella, cuando va a cerrar la puerta de su auto la detengo y la agarro de la cintura poniéndola en mi hombro. No me importa lo que piensen sus vecinos. No deja de patalear como una niña chica y sujeto bien sus piernas.

Al mover mi cabeza a un lado veo su hermoso trasero, es perfecto, redondo, respingón y de buen tamaño. Que ganas tengo que azotarla por insolente y caprichosa.

Abro mi auto, la siento en el sillón y yo mismo le pongo el cinturón, sonriendo al ver su cara. Está con el ceño fruncido y los labios apretados.

Mi LunaWhere stories live. Discover now