Capítulo 46.

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Kenzo

Veo como Jade se va con los labios temblando, aguantado las ganas de llorar.

Se me quitó el hambre al ver a ese niño llorar y susurrar que no le pegaran. ¿Por qué cree que le van a pegar al dejar la verdura? No a todo el mundo les gusta.

Mi guerrero Zack no es capaz de ponerle un dedo encima. Aún recuerdo como lo mostraba a la manada cuando nació, estaba orgulloso por su nacimiento.

Lo llamo y responde al tercer pitido.

Alfa, ¿mi hijo está molestando? Puedo ir por él ahora.

—No, no es eso, Zack. Me gustaría hablar unas cosas contigo, necesito que vengas si estás libre.

Por supuesto, voy ahora mismo.

Cuelgo la llamada y tiro mi cuerpo hacia atrás. Tengo que saber por qué ha reaccionado de esa manera. Juro por la Diosa que si me dice que su madre le pega, la haré pagar. Aquí no se aceptan estas mierdas, jamás.

En mi manada solo quiero a gente de bien. Nunca ha habido una muerte entre nosotros, aquí las madres aman a sus cachorros y los hombres respetan a las mujeres. Nunca ha habido una violacion gracias a los Dioses. Aquí todos se conocen y saben cuáles son las reglas. O cumples, o mueres.

Todas las manadas deberían ser así.

Suelto un suspiro pasando mis manos por mi cara. Estoy agobiado con esta semana de mierda. También llamo a Marcos para decirle que venga otro día.

—Alfa — Zack llega a los veinte minutos y lo observo.

—Siéntate, Zack.

Lo hace y me mira esperando a que hable. No se cómo abordar el tema sin que se ponga a la defensiva, pero tengo que hacerlo, así que se lo suelto sin más.

—¿Tu mujer le pega a tu hijo? — le suelto sin rodeos.

Noto como se tensa y traga saliva. Baja la mirada al suelo y eso es todo lo que tenía que saber.

Doy un puñetazo en la mesa, haciéndole un agujero a la madera. Joder.

—¿Cómo cojones dejas que esa mujer le ponga una mano encima? ¡Es un niño de cuatro años, Zack! — le grito y lo señalo con mi dedo.

Siento que voy a perder la puta cabeza.

Tranquilo, humano, escuchemos primero — me tranquiliza Sombra.

Respiro e intento calmar mi rabia y ansiedad. Esto no se va a quedar así.

—Habla, Zack o te juro que no respondo.

—Le pegó cuatro veces cuando yo no estaba en casa. Por eso siempre lo traigo conmigo a todos lados. Mi mujer no lo quiere, dice que solo lo tuvo porque su loba lo quería, le pedía cachorros, pero cuando nació se olvidó de él — responde con lágrimas contenidas. No son de pena, son de rabia contenida en su cuerpo.

—¿Por qué dejas que haga eso?

—No puedo matar a mi mate, lo sabes. Hablé con ella y me dijo que no se iba a hacer cargo de mi cachorro. No puedo hacer otra cosa.

Estoy ardiendo en rabia. Siento mucho calor y los pelos de la nuca se me erizan. Mi lobo quiere salir, pero no puedo darle el control ahora.

—Tu hijo ha llorado cuando mi mujer le preguntó si ni le gustaba el brócoli y le susurró que no le pegase. Eso me da a entender que tu mujer le pega o le pegaba cuando le decía que no quería una comida.

Tiembla de la rabia también. Está intentando contener a su lobo.

—Le pegó dos veces cuando no se comía lo que ella hacía. No le gusta casi nada de verduras y ella lo obligaba a comer.

Mi LunaWhere stories live. Discover now