Capítulo 37.

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Jade

¿Cómo se me ocurre hablar antes de pensar? Doy vueltas por la habitación, estoy nerviosa y me siento en la cama. A lo minutos llega Kenzo, cierra la puerta y sienta en los pies de la cama.

—Ven — pide dando dos palmadas a su muslo para que me siente en él.

Camino hasta él y me siento con las piernas colgando a un lado, apoyando la cabeza en su hombro. Huele tan bien.

—¿Quieres tener mis cachorros? Se sincera, mi Luna — habla después de varios minutos en silencio.

Di que sí, por la Diosa — me habla Sombra y miro a Kenzo.

—Sí quiero, pero no sabía que tú también — le digo en apenas un susurro.

Me envuelve en sus brazos fuerte, besando mis labios y sin dejar de tocar mis nalgas. Está obsesionado con tener sus manos en mí y eso me encanta.

—Quiero todos los que estés dispuesta a darme, cariño — lo miro y veo que sus ojos están más oscuros — ¿quieres intentar cuando termines tus días?

Lo miro asustada al pensar en su cosa. No va a entrar, me va a partir en dos y va a dejar mi vagina sin uso.

—Esa cosa no me va a entrar, Kenzo. Te lo digo yo. Es muy grande y gruesa y también larga. Por la Diosa, ¿cómo puedes ponerte los pantalones? — hablo tan rápida que ni siquiera yo misma entiendo las palabras.

Escucho su risa y lo miro.

—Iré muy despacio, Jade. No te la voy a meter de una sola vez, podría hacerte daño. No pienso hacerlo hasta que estés lista. Puedo seguir preparándote con mis dedos para que así te acostumbres. Estás muy estrecha.

Trago saliva porque lo que dice es verdad y puedo sufrir un daño grave. Siento mis mejillas arder al pensar en sus dedos otra vez en mi interior. Se sienten tan bien.

—¿Y qué pasa con la amenaza? Sí ese psicópata me agarra y llevo a nuestro cachorro dentro, él sin dudarlo nos va a hacer daño — le digo sintiendo como se me llenan los ojos de lágrimas.

Estoy tan sensible con la regla. Ya sabía yo que no era normal que hubiese llorado todo el día.

Mi lobita lloriquea por mis pensamientos y Kenzo gruñe en desacuerdo por mi comentario, pero solo soy realista. Puede ocurrir cualquier cosa por culpa de ese tipo.

—Nadie va a tocarte, Jade. Tendrían que pasar sobre mí — sujeta mi rostro al besarme.

—Quiero tener muchos cachorros. Todos los que podamos — le digo con ilusión y me pierdo en el azul de sus ojos.

—Así será. Vamos a cambiarnos — me levanta dándome palmaditas en el trasero.

Vamos al vestidor para coger ropa limpia y me meto en la ducha. Mancho muchísimo. Por suerte, solo me dura de tres a cuatro días, aunque hay veces que me duele tanto, que tengo que quedarme en la cama al sentir que me puedo partir en dos.

Kenzo entra conmigo y nos lavamos mutuamente.

Nos tumbamos en la cama cuando salimos y nos quedamos en ropa interior. Mi hombre enciende la televisión para poner una película que él quiere ver y me tumbo a su lado tan pegada que mis pechos rozan su cuerpo.

—Recuerda que mañana iremos a mi casa, necesito mi portátil para hacer las tareas y otras cosas más.

Él asiente viendo la película y me agarra un pecho estrujándolo un poco. Siseo al sentirlos tan sensible y me mira con las cejas juntas.

—¿Qué ocurre?

—No lo hagas tan fuerte, por favor. Los tengo muy sensibles y duelen.

Pone cara de asombro y apaga la televisión para ponerse de lado y bajar un poco su cuerpo para quedar a la altura de mis pechos.

—No sabía eso, mi Luna — dice antes de llevarse uno a la boca y suspiro.

Paso mis dedos por su cabello suave, con él pegado a mis pechos como si fuese su fuente de oxígeno. No lo suelta ni cuando se duerme.

Yo, sin embargo, sigo viendo por la ventana, mirando la noche oscura y llena de estrellas. Le ruego a la Diosa Luna que por favor me deje esta felicidad.

Estoy segura que no nos pasará nada malo — me dice Frodi con voz suave.

Solo quiero ser feliz. Tampoco quiero que muera nadie.

Confía en la Diosa y descansa, mi niña.

Dejo de oírla y noto a Kenzo mover la boca en sueños.

Lo observo detenidamente. No me creo que este hombre de 1'98 de altura, frío, arrogante y para nada humilde, sea así de manso conmigo.

Aún tengo el recuerdo de su rechazo, poco a poco lo estoy dejando en el olvido. No puedo arrastrar esas cadenas siempre, solo me hacen daño. Kenzo me está demostrando lo arrepentido que está por hacer lo que hizo. Hace de todo para que yo me sienta cómoda y esté bien. Me trata con amor, me tiene paciencia y no tengo ninguna queja sobre él.

Se está comportando como tendría que hacerlo cualquier persona, aunque con los demás se aún arrogante, conmigo no lo es.

Sonrío porque aún así, con su forma de ser y su carácter, nuestra manada es la más segura de todas. Todos están felices por la vida que tienen aquí. También vienen muchos turistas, sin saber que es una manada de lobos, literal. Todos saben cómo actuar cuando llegan nuevos, ya que podemos identificarlos por su olor.

También llegan familias que cambian de manada por varios motivos. El más común es por la seguridad que hay aquí y saben que sus cachorros estarán a salvo. El menos común, son los que cambian porque no les gusta como ese Alfa dirige su manada.

Sigo divagando en mis pensamientos hasta que no lucho más contra el sueño y caigo dormida.

Mi LunaWhere stories live. Discover now