Capítulo 48.

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Kenzo

—Buenos días, mi Alfa — escucho a mi mujer y siento como pasa sus manos por mi espalda.

—Buenos días, mi Luna — me giro para verla, sin embargo, me encuentro con una cara diferente y unos ojos fijos en mí — ¿desde cuándo está el mocoso aquí?

Pregunto porque no lo he sentido.

—Luna le dijo ayer a su padre que lo trajera. Puedes usarlo de práctica mientras llegan nuestros cachorros — dice Sombra.

Este niño quiere robarse a nuestra mujer. ¿No te enteras?

—No soy un mocoso, tengo cuato años — muestra sus dedos y dice mal la palabra.

—Se dice 'cuatro' y eres un mocoso que come arena.

—No como arena — me responde alzando el mentón.

Jade se ríe por la escena que estoy montando, pero no me voy a dejar ganar. ¿Quién se cree este niño?

—Claro, y yo no soy un Alfa — me siento en la cama con la sábana en la cintura al estar en calzoncillos.

—Vamos a desayunar — habla mi mujer con diversión.

El mocoso se pone en medio para que ella se siente al lado. Agarra la bandeja y la pone para que todos comamos. El niño aplaude y agarra una fresa.

—Están muy ricas — le dice mientras Jade le limpia la barbilla.

—Come todo lo que quieres, pequeño.

—¿Y yo qué, soy invisible? — refunfuño al no sentir su atención.

—Sí — responde el mocoso y giro la cabeza con tanta velocidad que por poco y no me rompo el cuello.

—Ya me tienes harto, niño chico — me levanto y lo agarro por los pies para bajarlo de la cama.

Patalea agarrando a Jade de la mano sin dejar de reír. Se piensa que es un juego, pero no.

—Suéltalo, Kenzo — me regaña mi mujer.

—No — consigo despegarlo de mi Luna y lo subo a mi hombro. Abro la puerta y lo dejo en el pasillo.

—Por la Diosa. Tiene que desayunar, Kenzo — dice Jade aguantando la risa.

—Sí, es cierto. Tengo hambre — informa el mocoso.

Pongo los brazos en mi cintura, mirándolo fijamente y él aprovecha eso para salir corriendo hacia Jade. Es rápido, no puedo negarlo

Resoplo y me voy al vestidor. Los escucho susurrar y veo que están juntos desayunando viendo la televisión. Solo imagino como será cuando tengamos los nuestros.

Cuando terminamos todo, ellos juegan y se van al patio mientras yo planeo con Antón como vamos a manejar la situación del viernes. Solo quedan dos días.

—Hay que asegurar a Jade. No puede pasarle nada.

—No pasará nada, tranquilo. Tienes más gente, guerreros más fuertes y con ganas de salvar lo suyo.

—Ese hijo de puta... lo voy a despedazar.

Seguimos planeando, haciendo llamas y diciendo a todos que tienen que entrenar. Así me paso todo el día mientras Jade sigue con el niño.

En la noche, Zack se lleva a su hijo, que no quiere despegarse de Jade. Le dice adiós más de cinco veces y me río de él agarrando a mi Luna de la cintura, haciendo que el niño me mire con el ceño fruncido y me saque la lengua.

—¿Sigues manchando? — le pregunto cuando estamos solos.

—No. Me gustaría intentar algo nuevo — habla en voz baja y sonrío de lado.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora