Capítulo 31.

4.8K 267 24
                                    

Jade

Al día siguiente me levanto sola en la cama, no veo a Kenzo por ningún lado. Niego con la cabeza al recordar como se comportó ayer.

Me dolió muchísimo su ley de hielo, de verdad me hizo recordar ese día cuando me rechazó. Quería llorar y gritar como una loca para que se diera cuenta de cuanto me dolía, sin embargo, no me dejé llevar por mi temperamento y actué con madurez.

Voy a levantarme cuando veo la puerta abrirse y Kenzo entra con una bandeja llena de comida. Lo escucho suspirar cuando me mira.

—Te iba a despertar. Te traje el desayuno, ayer no cenaste.

Quiero saltar a sus brazos y comérmelo a besos. Pero recuerdo como me hizo sentir ayer.

—Te lo agradezco, no tenías que molestarte.

Se queda callado sin dejar de mirarme y noto que apenas durmió más de dos horas.

—Lo siento, Jade. Actué y me comporté como un jodido imbécil. Te prometo que no volverá a pasar.

Nos miramos por varios minutos. Se ha disculpado conmigo. Eso no lo hace un Alfa, no el Kenzo que yo conozco.

Asiento sin ganas. No quiero discutir y he dormido muy mal. Ayer lo hice muy bien y hoy siento que mi cuerpo no ha descansado.

Necesitamos su calor para estar bien — dice mi lobita lo que ya sospechaba.

Deja la bandeja en la cama para sentarse a mi lado.

—Come — me ordena y veo que hay fresas cortadas y chocolate derretido.

Voy a por lo primero, luego unos creeps y bebo de mi batido de chocolate. Sigo con más fruta y por último termino las tostadas con mermelada de fresa. Me gusta mucho lo dulce y estaba hambrienta, ya que ayer nos dormimos sin cenar.

—Muchas gracias por esto.

Él solo asiente y me levanto para ir al baño. Aún tienen que sellar la bañera y unir no sé que cosa. Ojalá mañana pueda usarla. En el vestidor me pongo un vaquero, una camisa de manga larga y mi ropa interior.

—¿Qué quieres hacer hoy?

—Quiero hacerme los pies y las manos — le digo mostrando mis uñas.

Él agarra mi mano y tira de ella para abrazarme. Diosa... lo necesitaba tanto.

—Siento lo de ayer — susurra dejando un beso en mi frente — puedo acompañarte si quieres o pueden ir mis hombres.

Sé que está arrepentido, lo noto en sus ojos que están un poco más caídos y tristes.

—Me gustaría que vinieras tú.

—Pues cuando quieras salimos — me dice y guiña un ojo.

Me pongo los zapatos y un abrigo antes de salir. Aunque seamos lobos, sigo teniendo frío y este año las temperaturas son más bajas que nunca.

Kenzo apoya su mano en mi muslo durante todo el camino.

En el salón me atienden dos chicas para que tarden menos y asiento diciendo que está bien. Kenzo se sienta con las piernas cruzadas en los tobillos, con las gafas de sol y sé que se va a dormir.

Elijo un color azul mar y a las dos horas estoy lista, casi me quedo dormida con los masajes que me estaban dando. Espero que mi hombre sepa hacerlos, juro que también se los daré.

Kenzo paga por mí y niego con la cabeza. Sujeta mi mano cuando salimos del salón y alza una ceja.

—¿No te gustan? Son mías, naturales.

—El color es igual al de mis ojos — me dice y miro mis uñas de nuevo.

Mierda, es cierto, va a pensar que estoy loca. Mi subconsciente me ha traicionado.

—No me había fijado, la verdad — le digo sintiendo que mis mejillas arden.

Caminamos mirando algunas tienda y pasamos por una joyería. Un colgante llama mi atención y veo que es de oro blanco con un pequeño diamante muy fino. Lo quiero.

—¿Te gusta? — pregunta y asiento.

Tira de mi mano para entrar y le pide al señor el colgante de la vitrina. Siento roja hasta las orejas cuando me quita el que tenía para ponerme el nuevo.

—Lo que quieras solo tienes que pedirlo, cariño — susurra dejando un beso en mi cuello.

—Quiero ir a casa — le digo con un suspiro nervioso. Ese beso se sintió muy bien.

Sujeta mi mano para volver al auto y me lanzo a su boca cuando estamos sentados.

—Quiero probar cosas nuevas. Dijiste que me ibas a enseñar, quiero que me des placer y que me enseñes a dar. Olvidemos lo de ayer, pero no vuelvas a actuar así, Kenzo. O te juro que me largo.

Sus ojos se tornan oscuros y tensa la mandíbula.

—Vamos a casa, mi Luna.

Nos separamos y llegamos en media hora.

—Espera, Kenzo — le digo cuando me lleva en brazos y recuerdo que en su habitación hay gente.

Se detiene mirándome confundido y ruedo los ojos al verlo tan impaciente que ni siquiera se acuerda de los hombres.

—¿Qué pasa?

—Hay gente en tu casa y no podemos hacer nada. Todas las habitaciones están ocupadas por la reforma — resopla frustrado pasándose una mano por el rostro — podemos ir a un hotel o...

—No te voy a llevar a un hotel de mala muerte — me corta la frase — te mereces mi cama y nada más.

Alzo los hombros y escuchamos que alguien baja las escaleras.

—Alfa, nos quedan un par de horas y terminamos.

Kenzo asiente antes de ir al salón, donde me quito los zapatos y los calcetines. Él mira mis pies y suelta una risa negando con la cabeza.

—¿Me das el mando de la televisión?

Me lo pasa y sigue observando mis pies hasta que agarra uno. Lo levanta dejando un beso en el empeine.

—¿Dormimos un ratito? No hemos descansado — le digo después de un rato viendo la televisión. Siento que me voy a dormir y él no deja de pasar su mano por mi pie.

Se tumba a mi lado antes de subir la mitad de mi cuerpo al suyo y nos tapa con la manta.

—Por la noche podemos seguir con lo que querías — susurra paseando su nariz por mi cabello.

—Sí, pero vamos despacio. Me da vergüenza porque no se nada, solo lo que leo en mis libros y... — cierro la boca de golpe y lo miro.

Acabo de confesar que leo libros eróticos. Mierda. Siempre tengo que abrir mi boca.

Se empieza a reír y amo su risa, pero meto mi cara en su cuello al sentir mi cara roja.

—¿Lees libros eróticos, Jade? Supongo que también sobre el BDSM, por eso la pregunta del otro día en el auto.

—Sí, leo mucho.

—Entonces tendrás que decirme tu libro y página favorita. Lo haremos realidad.

No puedo creerlo. Mi cara arde la vergüenza al pensar en una escena así. Mis libros son muy explícitos, detallan todo muy bien.

Solo asiento cerrando los ojos para dormir y lo hago sintiendo como Kenzo mete sus manos debajo de mi camisa.

Mi LunaWhere stories live. Discover now