Capítulo 70.

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Kenzo

Estamos a 30 de abril.

Han pasado cinco semanas desde que pasamos ese día todos juntos en familia y supimos que tendríamos dos cachorros. Ahora, mi mujer está de once semanas.

Pronto sabremos el sexo de los cachorros. No la dejo sola ni un solo día. La necesito a mi lado.

Y el pequeño Zack también.

Cállate — le digo a Sombra y corto el link.

Zack se tomó muy bien la noticia al saber que ahora tendría dos amigos y no solo uno. Ahora mismo se encuentra en la cama con nosotros, que acabamos de despertar y veo como el niño pone su oreja en la barriga de Jade. Ya se le va notando.

Ella cree que no la veo, pero siempre la pillo haciéndose fotos para notar el cambio. Admito que yo también le he tomado algunas mientras ella dormía.

—Tenéis que salir ya. Estoy aburrido y Kenzo ronca mucho — se queja el niño hablándole a mis cachorros.

Jade ríe tocando la cabeza del niño.

—Yo no ronco, mocoso, eres tú — le doy la espalda para no verlo más.

—Sí roncas, Kenzo. A veces despiertas a Jade.

Vuelvo a darme la vuelta y lo miro indignado.

—Eres un mentiroso, demonio — lo señalo con mi dedo.

Él chasquea con la lengua y resopla negando con la cabeza. Increíble.

—Buenos días, mi Alfa.

—Buenos días, mi Luna — me levanto con ayuda de mi brazo para poder darle un beso, pero el niño pone su mano en sus labios.

—Besos no, abrazos — habla firme, sin dar su brazo a torcer.

Me quedo con la boca abierta, escuchando como Jade oculta su risa. El niño no baja su mirada y lo agarro por los pies para ponerlo de cabeza al suelo.

Le doy un beso a Jade, haciendo que se retuerza en mi agarre diciendo que no me acerque a ella.

¡Ja! Ahí lo llevas, pequeño demonio, la he besado delante tuya.

—No la beses — repite cuando lo dejo en la cama y se sube a sus piernas.

Ruedo los ojos de camino al baño y cuando salgo los encuentro acurrucados.

—Vamos a darte una ducha, cariño — él asiente encantado.

Los espero en la cama sentados, vestido con ropa de casa cuando Jade sale con el niño en brazos y envuelto en una toalla.

—Ponle la ropa. Voy a darme una ducha — le da un beso en la frente y espero mi beso.

Uno que nunca llega.

El niño se tapa la boca para que no lo vea reír, pero lo estoy escuchando al maldito.

—¿Y el mío? — le reclamo antes de que se vaya. No pienso quedarme con las ganas.

Se da la vuelta, dejando un beso rápido y veo como el niño deja la risa y comienza a refunfuñar por lo bajo. Ahora es mi turno para reírme y lo hago.

Le pongo un chándal y los tenis. Para bajar las escaleras lo llevo en brazos, no quiero que se caiga y Jade crea que lo he tirado. Lo dejo con mi madre que está sentada en el sofá leyendo. El niño sale corriendo y la asusta.

—¡¡Buuu!! — mi madre da un salto. Al estar tan concentrada en el libro no lo ha escuchado.

Se lleva una mano al pecho y lo señala con la otra.

—Me vas a matar cualquier día, enano — suelta un suspiro y le pide que se siente con ella.

Subo de nuevo para cuidar a mi mujer. Sé que ella puede sola, pero lo hago porque mi instinto me lo pide y lo necesito.

—Sabía que ibas a venir — la veo sentada en la cama y desnuda.

Trago saliva al verla y suelto un suspiro caminando al baño para coger sus cosas.

—No puedes estar desnuda en la cama sabiendo que no puedo tomarme mi tiempo contigo, Jade. Vas a matarme.

Lleno su cuerpo de cremas y cosas, pasando mi mano por su vientre, me arrodillo y lo lleno de besos.

—Lo siento, amor.

Se va al vestidor para ponerse la ropa interior cuando termino y espera a que la crema se seque.

—Pronto sabremos que son — hablo para que me escuche.

—¿Qué quieres que sean?

—Niños. Si tengo una niña la voy a encerrar hasta que cumpla cuarenta.

—Por la Diosa — se ríe, pero lo digo totalmente enserio — Kenzo, si tenemos una niña va a tener una vida normal. No va a estar encerrada.

Niego con la cabeza. Ya estoy ardiendo en rabia y aún no tengo una hija. Me niego a que ningún estúpido la vea o se le acerque.

Se pone sus medias negras con una falda roja y una camisa de cuello alto negra. Es hermosa y es mi mujer.

—¿Cómo me veo?

—Como para hacerte otros dos cachorros cuando terminemos con estos — me levanto para tocar su vientre y se sonroja.

Me burlo de ella, sabiendo que en la cama no tiene vergüenza.

—Gracias, mi amor — me besa.

—¿Y en los pies?

Le pregunto aún sabiendo la respuesta. Le encanta andar descalza y notar las texturas con sus pies.

—Sabes que nada — me sonríe con inocencia.

Al bajar veo como a Zack le brillan los ojos cuando la ve.

—Eres muy bonita — corre hacia ella para poner su mano en su vientre.

Mocoso.

Roba mujeres.

¿Te estás escuchando, Kenzo? — habla mi lobo con incredulidad.

Cierra el hocico tu también.

—Ya se te va notando la barriga, mi niña — le dice nana cuándo nos sentamos todos a desayunar.

—Yo he hablado con ellos esta mañana. Les he dicho que tienen que venir pronto — les dice Zack y me aguanto la risa.

Es gracioso escucharlo hablar.

Y lo quieres.

Joder, que te calles, Sombra — le gruño al cabrón. Hoy está hablando mucho.

—Tienen que crecer primero — responde mi madre con una sonrisa. Siempre le han gustado los niños, pero solo pudo tenerme a mí.

—¿Cuánto? Poque tienen que venir antes de que yo sea mayor — mueve su cabeza y se salta algunas letras al hablar.

—Seguirás siendo un mocoso cuando ellos nazcan — hablo después de beber de mi zumo.

—No soy un mocoso. Feo.

Jadeo al escucharlo. Feo yo, que siempre he sido el más guapo de toda la manada.

—Tu si que eres feo, niño chico. Tienes la cara arrugada y...

—No, tú tienes la cara arrugada — me corta y se señala la frente.

Todas estallan en risas mientras yo refunfuño como un viejo. Este niño está mal.

—No le veo la gracia — murmuro y termino mi desayuno.

Mi LunaOnde histórias criam vida. Descubra agora