Capítulo 44.

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Kenzo

Sentí un nudo en la garganta y como el mundo se me venía encima cuando Jade comenzó a llorar. Pensé que le hice daño o incluso que ella no quería hacer eso. Solo me sentí aliviado al saber su motivo.

Mi mate es muy inocente. Se supone que estas cosas las enseñan nuestros padres y ella al no tenerlos, no ha preguntado a nadie.

Niego con la cabeza y termino mi desayuno.

La polla me palpitaba cuando solo tenía la cabeza dentro. Joder, apretaba con ganas y me estaba volviendo loco con sus gemidos. Necesito llenarla por completo y que me suplique por un minuto de descanso.

—Voy a hacer mi tarea — dice levantándose y la sigo a la habitación.

Veo que coge su portátil, libretas y otras cosas más.

—Recuerda que por la tarde viene Marcos para saber lo que quieres.

Ella asiente y se pone a mi lado mirándome.

—¿Me prestas tu teléfono? Quiero llamar a las chicas y preguntarles si pueden venir.

Su teléfono aún lo tienen mis hombres. Han llamado dos veces más, pero no le he dicho nada a Jade. Ya no hace falta que rastrean la llamada.

Antón me dijo de quién se trata todo. Ese hombre sabe todo de todos, incluso hasta lo que puede pasar.

Saco mi teléfono y me lo devuelve cuando termina las llamadas.

—Te daré el tuyo en la tarde. Ya no hace falta rastrear nada.

—Perfecto, gracias.

Va a salir, pero envuelvo mi mano en su brazo y tiro de ella hacia mi cuerpo.

—Dame un beso, cariño.

Se ríe dejando un beso corto y aprovecho para alargarlo.

Al bajar veo que Antón está en la mesa desayunando con las otras dos mujeres. Se va a quedar aquí en mi casa.

—Buenos días, Luna — saluda a Jade y alzo una ceja — Buenos días a ti también, hombre.

Niego con la cabeza y mi mujer saluda antes de irse al salón a esperar a sus amigas. Se pone frente a la chimenea, debe tener frío. Este año las temperaturas están más bajas que otros años, por eso la calefacción está encendida al igual que las chimeneas. No quiero que mi mujer esté incómoda.

—Te espero en mi despacho. En un rato llegará Andreus — le digo antes de irme.

Paso por el salón para ver a Jade haciendo apuntes con todas las cosas tiradas en el suelo. Tengo que hablar con ella sobre la universidad.

Paso de largo hasta mi despacho y a la media hora entran Antón y Andreus.

—Buenos días — saluda Andreus sonriendo mucho y entrecierro los ojos sabiendo por qué está así de contento.

Suelto una carcajada mirándolo y niego con la cabeza.

—Cuéntame el chiste para reírme yo también, hermano — dice alzando las cejas y de brazos cruzados.

—No, nada. Estás muy contento por lo que veo — le doy una sonrisa y resopla.

—¿Por qué no iba a estarlo? Tengo a mi mate conmigo.

—Sí, te entiendo. También tengo la mía — respondo con burla.

Me apunta con su dedo y tensa la mandíbula.

—Cuidado que estás hablando de mi hermana, cabrón.

Levanto las manos en señal de paz y Antón habla.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora