Capítulo 19.

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Kenzo

Me encuentro con Andreus estudiando los movimientos de los pícaros cuando de repente habla.

—¿Cómo te va con mi hermana?

Resoplo y se ríe.

—Sabes que es orgullosa y obstinada, no me lo está poniendo fácil — respondo de brazos cruzados.

—Sabes que te lo mereces, Kenzo. Le hiciste daño y me dieron ganas de reventarte la cara a puñetazos para que reaccionaras. Ella no salió de su habitación hasta el segundo día.

Mi pecho se oprime al escucharlo. Me dan ganas de ahorcarme a mi mismo al saber que la hice sufrir.

—Fui un imbécil por eso — él asiente y le pregunto como le va con Aleska.

—Diosa Luna me dio lo que tanto quería. Estoy deseando que termine el instituto para que se venga a vivir conmigo. No sé si quiere ir a una universidad de fuera.

—Joder, no voy a dejar que mi mujer se vaya a otro país. Ella pertenece aquí y me da igual si tengo que pagar a los mejores para que vengan.

Suelta una carcajada al escucharme y lo miro mal. No le veo la gracia a que nuestras mates se vayan.

—Hermano, estás jodido — dice sin dejar de reír.

Tocan en la puerta y mi madre entra.

—Hola, mis tesoros.

—Tía, ¿sabes que tu hijo está dispuesto a pagar a los mejores? Todo para que vengan aquí y Jade no se vaya a otra universidad.

Los dos comienzan a burlarse de mí. Lo que me faltaba, tener enemigos en mi propia familia.

—Si ella se va...

—Ya he dicho que no se va a ir a ningún lado — corto la frase tan horrible que estaba a punto de escuchar.

—Bueno... sabes que es libre de hacer lo que quiera, hijo.

No respondo porque no me interesa ese tema y no quiero estropear mi días. Nos lleva toda la mañana conseguir algo de los pícaros.

—Vamos a tu casa — le digo a Andreus y subo a por los libros de Jade.

Al entrar, huelo que está con sus amigas, pero también hay un aroma diferente. Dos hombres.

Ellas se levanta y Andreus se lleva a Aleska mientras su otra amiga se va con Rosi. Frunzo el ceño soltando los libros y me acerco a ella olfateando su cabello y sus brazos.

—No pienses cosas que no son, que yo no soy como tú — responde a la defensiva cuando pregunto por qué tiene dos olores de hombres.

Tengo que hacer uso de todo mi autocontrol para no ir a matar a Damon y partirle el brazo a Alexander.

—¿Has estado con alguien mas desde que sabias que era tu mate?

Me quedo en blanco por ese cambio de conversación. Tiene los ojos brillosos y me doy cuenta de que está celosa.

—¿A caso está celosa mi mujer? — pregunto con burla y ella levanta la cabeza.

—Sí o no.

—Dime para qué quieres saber y te respondo lo que quieras, cariño — le digo con una sonrisa.

Misma que se me borra y ardo en rabia al escuchar lo siguiente que dice.

—Porque si tu lo has hecho, también tengo que hacerlo yo. Estoy segura de que muchos de aquí querrán estar conmigo de verdad.

Estoy empezando a ver rojo de solo imaginar a Jade en los brazos de otros. Me dan ganas de ponerla en mis piernas y azotarla sin descanso.

Me acerco a ella muy lento y retrocede hasta que choca con el sofá y bajo mi cabeza para estar a su altura.

—Huelo tu pureza, Jade, esa misma que me pertenece. No vas a estar con nadie que no sea yo y el día que folle ese pequeño coño tuyo, no vas a pensar ni querer a nadie más. Estarás rogando para que le de atención.

Suelta un jadeo y veo que junta sus piernas un poco. Huelo como se excita y sonrío.

—No te pertenezco — dice con voz temblorosa.

—Oh, cariño. Estás destinada para mí — muevo mi mano a su trasero respingón y lo estrujo — intenté estar con una loba antes de rechazarte y no pude. Me las he apañado con mi mano.

Sí llame a Sasha, no voy a mentirle, pero no funcionó. No me excitaba.

La escucho suspirar y dejo un beso en su boca, pero se aferra a mi cuello para profundizarlo. Diosa, es exquisita.

—Este fin de semana eres mía, duermes en mi casa — le informo.

Se va con prisas a la cocina, donde están las demás y sonrío porque mi Luna no sabe lo que le espera cuando la haga mía. No va a ser este fin de semana, no quiero que se asuste, pero si va a ser pronto.

—Ya, vámonos, chicas — dice la muy cobarde huyendo.

Antes de que salga la agarro y paseo mus manos por su cuerpo, pasándole mi aroma para que todos sepan a quien pertenece y que la tienen que respetar.

Ella pega su mejilla en mi torso soltando un suspiro. No lo sabe, pero cuando lleve a mis cachorros, la única cosa que la va a calmar va a ser mi olor.

Le digo que vaya con cuidado y asiente. Andreus está apoyado en la puerta con su hombro mirándome con burla y lo miro con una ceja alzada

Levanta las manos en señal de paz y cierro los ojos frustrado al tener que aguantarlo.

—Cuando mi hermana se vaya a vivir contigo, le tienes que poner una bañera.

—Le pongo lo que quiera y necesite — le digo con arrogancia.

—Tu ego nos va a asfixiar cualquier día, Kenzo — dice riendo y me encojo de hombros.

—Es la verdad.

—Lo sé — responde orgulloso.

Le voy a dar todo lo que quiera y pida, ya que será mi mujer y madre de mis cachorros.

—¿No decías que no querías tener cachorros? — dice Sombra.

No le respondo porque Rosi llega corriendo con un sobre en la mano y los ojos llenos de lágrimas. Habla y empieza a decir cosas que no entiendo hasta que escucho el nombre de mi mujer. Le quito el sobre y leo lo que hay escrito.

~Disfruta de tus días de libertad, pajarito. Pronto serás mía y de nadie más~

Miro a Andreus que tiene el cuerpo rígido y saco mi teléfono para llamar a Jade. No responde y llamo a Aleska, que tampoco lo hace.

Joder.

Llamo a uno de mis hombres exigiendo el número de su nueva amiga y me lo pasan en menos de tres minutos. Las sigo llamando, pero no responden. No sé para qué mierda quieren un teléfono de último modelo si no van a responder las putas llamadas. Maldita sea, no dijeron a dónde iban.

—Busca a mi mate, humano. Búscala porque no pienso perderlas — dice Sombra ardiendo en rabia y tengo que tener la mente fría ahora mismo.

Sabía que esto iba a pasar. Sabía que la iban a usar para llegar a mí. Llamo a mis hombres para que se pongan en su búsqueda junto a las otras dos.

Andreus no habla y sé que su cabeza está trabajando porque su hermana y su mate están en peligro.

—Vamos a encontrarlas — le digo dándole un apretón en el hombro y él asiente.

Si tan solo hubiera dicho a dónde iba, iría a buscarla. Tengo unos cuantos enemigos y no se quien podría ser.

Mi LunaWhere stories live. Discover now