Capítulo 58.

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Kenzo

El niño se queda con nosotros, ya que Zack va a rechazar a su mate para que se largue de mi manada.

Me despido de Jade para ir al despacho. Debo saber cuántos de los nuestros han muerto.

—Treinta y cinco — me informa Antón cuando entro al despacho — y veinte heridos que ya están recuperándose. Mañana los despedimos como se merecen. Han luchado con honor.

Treinta y cinco de los míos... no sabe lo que le espera al hijo de puta de Ulrich en las mazmorras.

—Quiero que mis hombres recojan a los otros y los dejen en sus manadas. Que sepan que así van a terminar si deciden volver otra vez.

Antón asiente a lo que le digo. Andreus y los demás están en sus casas, ha sido un día y una semana muy larga.

Suelto un suspiro mientras me paso las manos por la cara. De solo imaginar que Jade podía haber salido herida, mi enojo vuelve a elevarse al mil.

Ese hijo de puta hizo tratos con los vampiros y mi mujer mató a una. Son exiliados, no voy a tener problemas por ella, pero sigo pensando en la razón de su alianza. ¿Por qué?

Y esa descarada tuvo los ovarios para darse la vuelta cuando le dije que se fuera a casa.

Afrodita no te teme, humano — se burla Sombra.

Pues controla a la loba, puso en peligro a Jade.

Sabes que Jade es muy caprichosa y se hace lo que ella diga.

No le respondo más y Antón habla.

—Puedes clavarle una daga de plata para que mueran y sufran — me dice Antón sacándome de mis pensamientos.

—No. Necesito pensar y hacerlos sufrir.

—¿Viste a Jade y lo que hizo?

—Por supuesto que la ví. Estuve a su lado todo el tiempo. Esa maldita loca mató a un lobo y un vampiro, Antón. Tenemos que buscar información sobre las blanca puras.

—No busques, hermano. Tu mujer es poderosa y es lo que hay. Muchos van a saber lo que hizo y déjame decirte que no es ninguna débil.

Se levanta y se va, dejándome ahí con la palabra en la boca. El idiota este. Me quedo sentado en la silla mirando el techo. El aullido de Afrodita cuando lastimaron a Sombra no fue normal. El suelo tembló y nos dejó a todos helados.

Mi madre entra con una copa de vino en la mano y se sienta en el sofá.

—No había quien pudiera detener a Jade. Estaba desesperada y se burló de tu seguridad. Es muy ágil — dice con una sonrisa orgullosa.

—Se puso en peligro, pudieron hacerle da...

—Pero no le pasó nada — me corta ella.

Suelto un suspiro cansado. Necesito dormir y descansar, así que me levanto para irme.

—Buenas noches, mamá — beso su cabeza y me voy a mi habitación.

Pienso en cómo me follé a Jade hace un momento. Diosa, lo estaba disfrutando tanto que no podía parar. Sentía como me apretaba y pedía más. Sonrío al pensar en su cara cuando tuvo el jodido squirt. Mi pobre Jade pensaba que se había orinado.

Al llegar a la habitación, la veo boca arriba con el cuerpo del niño encima, su cabeza en el cuello de ella y sus pequeñas manos en puño agarrando su camisa.

Suspiro cuando me tumbo en la cama para poder dormir. Me pongo de lado, intentando acercarme a Jade pero el niño me da una patada.

Este come mocos me tiene harto. ¿Quién se cree? Intento poner mi mano en ella y se mueve. Jodido infierno, lo voy a llevar al bosque y lo voy a dejar ahí.

Jade se mueve un poco y aprovecho para ponerme a su lado, pasando mi brazo por debajo de su cabeza y por suerte, el niño no hace nada. Los observo y le pido a la Diosa que pronto lleguen mis cachorros.

Me levanto al día siguiente con un peso en mi pecho y abro los ojos mirando hacia abajo. Son los pies del jodido niño. Tiene la cabeza en el pecho de Jade, es como si él fuese esa barrera para que yo no pueda acercarme a ella. Resoplo levantándome, el niño se estira roncando y no hago ruido al ver que Jade está dormida.

—Ya están llevando los cuerpos de los otros — dice Antón cuando me ve entrar a la cocina.

—Bien. Esta tarde se hará la ceremonia para despedir a los nuestros.

—Me largo — dice y lo miro con el ceño fruncido. Acaba de llegar y dijo que iba a quedarse.

—¿Por qué?

—He comprado una casa. Esta es tuya y Sara necesita sanar en paz.

Suspiro de alivio porque pensé que se iba otra vez.

—Está bien, aunque sabes que puedes quedarte el tiempo que quieras.

Asiente y vemos a Rosi entrar.

—¿Cómo están mis niñas?

—Sara está mejor, dice que le encanta tu comida, Rosi. Y que la vas a hacer engordar — le dice Antón con una sonrisa.

—Esa niña debe comer más, está muy delgada — niega con la cabeza sin dejar de hablar y mover sus manos.

Sonrío al recordar que desde niños nos está llenando de comida. Andreus de niño era una bola.

—A mi niña Jade le encanta la lasaña, siempre se la hago una vez a la semana. Necesito saber que le gusta a Sara, para hacerlo — siguen hablando entre ellos y vuelvo a la habitación después de tomar un zumo.

Veo que los dos ya están despierto y el niño ríe cuando Jade le hace cosquillas.

—Este niño se va fuera hoy mismo.

Hablo con voz dura, haciendo que dejen las bromas un momento. Por dentro me aguanto la risa cuando Jade me mira con los labios apretados y las cejas juntas. Se está enfadando.

—No — responde el niño con una sonrisa traviesa.

—No he dormido por tu culpa. Te has pasado toda la noche con tus asquerosos pies en mi cara, te huelen mal — lo señalo con mi dedo y Jade suelta una risa.

—No huelo mal, tú hueles mal — se pone de pie en la cama con las manos en puños.

—Sí, hueles mal y aparte eres un niño chico que no sabe ni hablar.

—Sí sé hablar. Estoy aprendiendo — mueve la cabeza.

—Yo no pienso lo mismo, por eso te voy a dejar en el bosque para que te pierdas y no puedas volver más.

—Jade me busca poque me quiere y a ti no.

¿Disculpa, he escuchado bien? Eso sí que no. Me acerco a Jade para darle un beso y que entienda que ella sí me quiere.

Te estás comportando como un niño, Kenzo — se burla mi lobo.

Este niño se cree dueño de mi mujer.

Cuando estoy justo al lado de Jade, el niño se le sube encima, tapando su boca para que no me acerque.

—¡Quita, mocoso! — lo agarro por los pies para quitarlo.

—¡No soy un mocoso! — grita sin dejar de reír.

Jade se levanta, llevando al niño al baño sin hacerme caso y me quedo mirándola, esperando mi beso, pero no se gira ni hace nada. Juro por la Diosa Luna que lo voy a dejar en el bosque.

Admite que le tienes cariño.

Que cariño ni que nada, ese niño me tiene harto.

Mi LunaWhere stories live. Discover now