Extra 2

13.2K 1.3K 397
                                    

—Sebastian, ¿estás escuchándome?

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—Sebastian, ¿estás escuchándome?

Sí. No. No lo sé. Mi mente está procesando bien lo que acaba de decirme porque, al igual que yo, no sabe si creerlo o no.

—¿Puedes repetirlo? —le pido después de tragar saliva y mirarla.

Han pasado años desde que nos conocimos gracias a mi impulsividad —también a mi mala educación, si soy sincero—, y sigue pareciéndome la mujer más preciosa del universo.

—Sebastian. —Usa ese tono de autoridad que me vuelve loco, pero esta vez ni me inmuto; sigo repitiendo la frase que ha dicho una y otra vez en mi cabeza—. Sebastian —insiste.

—Perdón, princesa —me disculpo. Esbozo una de mis mejores sonrisas, aunque es un poco forzada. Solo quiero transmitirle la calma que seguro que necesita, la misma que a mí me hace falta—, ¿puedes repetirlo?

—¿Es necesario?

Veo cómo se coloca un mechón detrás de la oreja, lo que indica que aunque no lo aparente, pues sigue siendo una experta en ocultar su estado de ánimo, está algo inquieta. Lleva haciendo el mismo gesto desde la primera reunión que tuvimos y me parece encantador. Es curioso que no pueda controlarlo, sobre todo con lo que vigila sus acciones por el protocolo.

—Sí. —Le guiño un ojo para que se relaje un poco. Me sigue gustando molestarla, se pone adorable—. ¿Por favor?

—Tengo un retraso de una semana —musita con cierta emoción camuflada en la voz—. No quiere decir nada, es todavía muy pronto. Puede ser estrés por tanto viaje después de la boda, no hemos parado para tener nuestra luna de miel hasta ahora y...

Parece que se esté convenciendo más a sí misma que a mí.

—¿Y no puede ser que estés embarazada? —sugiero lo obvio, lo que estamos pensando, lo que queremos—. Porque no es como si no estuviéramos buscándolo o mis soldaditos no tuvieran buena puntería...

Suspira y sé que está conteniendo las ganas de golpearme. Pero ¿puede culparme? No sé vivir si no me tomo las cosas con humor, es mi manera de afrontar la situación. Porque desde que he escuchado por primera vez lo que ha dicho, estoy muy nervioso y no puedo admitirlo. Tengo que permanecer calmado y apoyarla.

—Por poder, puede ser —admite, bajando la mirada durante unas milésimas de segundo, mostrándose vulnerable—, aunque lo dudo. Todavía es muy pronto.

Acorto la distancia entre los dos y la abrazo. Quiero demostrarle sin palabras que entiendo cómo se siente y la ilusión incipiente de que los planes de futuro que tenemos pueden estar cumpliéndose.

Si hubiéramos podido elegir, si nuestra relación solo hubiese dependido de lo que queríamos, nuestra boda habría sido mucho antes. Al igual que la idea de tener hijos. No obstante, la vida de Lena, la mía ahora también, no es tan sencilla. Hay normas que acatar, leyes que prohibían nuestro matrimonio si el gobierno, o el rey, no lo aceptaban.

La soledad de la coronaWhere stories live. Discover now