Capítulo Cincuenta y Cuatro

27.8K 2.5K 295
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Me hubiera gustado quedarme más tiempo en Londres para estar con Sebastian. Sin quererlo consigue que me evada del mundo y de todas mis responsabilidades. Me gusta tener esa sensación de libertad, lo agradezco, pero cuando vuelvo a mi mundo real, del que nunca podré salir, ni querré hacerlo, no sé cómo sentirme.

Sigo teniendo dudas con respecto a nuestro futuro, sobre todo cuando no estoy con él. Intento evitarlo, pensar más en mi felicidad, en lo normal que me siento a su lado, aunque siempre acabo volviendo a lo mismo.

Quiero intentarlo, sigo con esa ferviente idea y no me voy a rendir, no es mi estilo y esta no va a ser la primera vez que lo haga. Sin embargo, siento que no estoy siendo sincera con él. Sebastian lo está apostando todo por nosotros y yo sigo siendo demasiado racional, me estoy conteniendo y pensándolo mucho.

En el vuelo de regreso a Estocolmo, no paro de mandarme mensajes con Freya. Está muy emocionada porque mañana vamos a conocer de forma oficial a la novia de Kristoff. Por lo que me cuenta, porque como es usual en ella no se calla nada, todo son preparativos y hay mucho movimiento, casi como si fuera un acto oficial.

Al principio creo que exagera, pero cuando llego a palacio me doy cuenta de que por una vez no lo ha hecho, que parece que se vaya a hacer una recepción real con gente importante de otros países u otros miembros de la monarquía.

No sé de quién habrá sido la idea de convertir un simple encuentro en uno tan sofisticado, no es normal. Empiezo a sospechar que hay más que no me han dicho, o no quieren que se sepa. Quizá mi padre, o en este caso más su faceta como rey, lo ve como una ocasión perfecta para mandarme un mensaje.

—Por fin has llegado —me saluda mi hermano solo verme—. Necesito ayuda.

—¿Para qué?—intento saber mientras le sigo hasta su habitación. Kristoff está nervioso y creo que empieza a dudar de haber tomado la decisión correcta.

—Para demasiadas cosas —ríe—. No te vayas más antes de eventos así que me influyan de forma directa. Eres la única que consigue mantener la cabeza fría y ser racional en este tipo de situaciones y es justo lo que necesito. El entusiasmo de Freya es... agobiante.

—Me he dado cuenta de que está muy animada por conocer a Madeleine, demasiado —comento con naturalidad—. No para de repetir lo contenta que está por tener una cuñada y lo que supone. No te agradecí lo que hiciste por mí —murmuro y cuando noto que cierra la puerta de su habitación me extraño, ¿querrá hablar de algo importante?—. Accediste a todo esto para que padre dejase de insistir en saber los motivos por los que iba a Londres. No es la primera vez que me ayudas, por lo que te doy las gracias.

—¿Harry está bien? —pregunta mientras me enseña dos trajes con el ceño fruncido. Al ver que señalo el de la derecha sonríe y guarda el otro en el armario—. He visto las fotografías con él y con su novia. No sé lo que querías, pero lo has conseguido, ¿no? Si no, no estarías tan tranquila.

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora