Capítulo Quince

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Nikolaj no hace caso de mi hermana, al contrario que yo, que la miro intentando ganar tiempo para calmarme y no decir nada fuera de lugar. Estoy molesta con él por lo que ha dicho. Es mi amigo, no espero que siempre salgan palabras bonitas de su boca porque no estaría siendo sincero, me gusta que me digan las cosas tal y como son, si me equivoco o creen que lo estoy haciendo, que me lo digan. Pero esto es distinto, está desconfiando de mis decisiones que he tomado de forma racional. Sabiendo que me ha dolido que mi padre no me apoyase, esperaba otra reacción de su parte. De hecho, creía que estaría de mi lado.

Cuando mi hermana se ha ido tan lejos que soy incapaz de verla, me giro para estar de nuevo frente a frente. Él sigue mirándome, sus ojos castaños están tan pendientes de mí que soy incapaz de quedarme callada por más tiempo. Me duele que él piense así.

—¿Estás diciendo que solo puedo tener amigos dentro del mundo de la realeza? —pregunto.

—No he dicho eso, Lena.

—Sí, lo has hecho. Según tus palabras solo entre miembros de la realeza nos entendemos. Así que según tu teoría, mis amistades que no son de este mundo, no son reales.

—Estás sacando las cosas de quicio —murmura mientras niega con la cabeza. Está tenso, se le marcan arrugas cerca de los ojos y aprieta los labios que solo parecen una línea muy fina.

—Soy muy capaz de elegir mis amistades por mí misma, Nikolaj.

—¿Por qué te has molestado? No lo entiendo.

—¿En serio? —Ahora soy yo la que aprieta los labios—. Has dudado de mis elecciones, de las que he tomado con respecto al tema de Sebastian.

—Porque estás alimentando un rumor que no deberías.

—Pero si yo he decidido hacerlo de esta forma, ¿quién eres tú para dudar de ello? Soy la futura reina de Suecia. Sé lo que hago.

Quizá la confianza que hay entre los dos es la que me está haciendo ser mucho más directa de lo que suelo ser. Creo que también estoy siendo demasiado visceral, que el cúmulo de las negativas de mi padre han hecho que salte de esta forma. No obstante, tengo razón. ¡Solo yo soy la que debo juzgar lo que hago!

—Tranquila. —Nikolaj se ríe y pasa su brazo por encima de mi hombro—. Si te he ofendido, lo siento. No quería que te molestaras.

—Dudas de mis decisiones —repito.

—Me preocupo por ti. Estoy seguro de que en mi lugar, harías lo mismo.

—Te equivocas, entonces. Yo te apoyaría. Siempre voy a hacerlo.

—¿Tú no te preocupas por mí?

—¡Sabes que sí! Pero no lo utilizaría como excusa para rebatir lo que haces —suspiro—. Dejemos el tema.

La soledad de la coronaWhere stories live. Discover now