Capítulo Nueve

44.7K 3.6K 857
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.



Estoy cabreada conmigo misma.

Muchísimo.

He dejado que mis pensamientos me afectasen e hicieran que perdiese el control en un momento que no era el correcto. Sí, tengo motivos para estar preocupada por las fotografías, sé lo que me va a suponer cuando llegue a Estocolmo, sé lo que me va a decir mi padre, o me hago una idea. Pero no es excusa, no puedo permitirme este tipo de fallos, no puedo abstenerme del mundo como lo he hecho y menos delante de la prensa, que captura esos momentos para conservarlos en el tiempo. ¿Qué hubiera pasado si me hubiese quedado quieta? Hubiese quedado como una tonta, o peor, como una tonta enamorada de alguien como Rìgh Bastian.

Y a cuantas más preguntas escuchaba, más perdía la paciencia, ¿por qué no me han tenido en cuenta? He quedado relegada a un papel secundario estando a su lado, solo le han preguntado al cantante si él ha sentado cabeza y han mencionado a mi padre, sobre lo que opina de la hipotética relación. ¿Y mi madre? Ella también es alguien importante, ¡es la reina! No pueden obviarla. Ese tipo de actitudes tan retrógradas hacen que me cabree y me dé cuenta de que no todos los países son como el mío, que Suecia está mucho más avanzada en ese sentido. Puedo llegar a entender que él es muy famoso aquí, que es un cantante de fama mundial y que este es su país, pero ¿por qué me tratan como si fuera su nueva adquisición? ¿Por qué ni siquiera se planteaban que podía ser al revés? Quizá soy yo la que lo estaba usando y jugando con él. ¡Es una posibilidad! No entendía esta actitud de la prensa... No podía hacerlo.

Aunque no es la única razón por la que estoy tan molesta. He dejado que una persona externa, una que se ha estado divirtiendo a mi costa en sus intentos de sacarme de quicio, me viera débil y en un estado que pocas personas han conocido de mí, uno que odio.

No soy débil. No puedo serlo. No puedo permitírmelo. Una futura reina no es débil. Y Sebastian me ha visto así. Y eso no es lo peor; ha sido su contacto el que me ha hecho recuperar la noción de la realidad.

Me sorprende que no lo use a su favor o haga un comentario de los suyos, de los que lleva haciendo desde que nos hemos conocido, diciendo que nuestras manos están mejor juntas o que la suya ya echa de menos a la mía. Hace todo lo contrario, se disculpa y eso hace que me dé cuenta de que ha notado mi momento de flaqueza, que no le ha pasado por alto.

Me muerdo el labio intentando recomponerme y, sobre todo, ordenar mis pensamientos. Permanezco callada y centro mi vista en la ventana para no mirarlo a él. No quiero hacerlo, no ahora. No obstante, no tengo la tranquilidad que quiero, mi teléfono no para de vibrar de forma constante, pero ni siquiera lo miro, hablo cuando es necesario y no tengo más remedio.

—Nos han hecho más fotografías —susurro.

Y lo más probable es que muchas de ellas sean con nuestras manos entrelazadas. ¿En qué demonios estaba pensando para cogérsela? ¡Eso solo va a dar pie a más rumores! Y si los hay, tendré más problemas. Siempre que acepto un plan de Freya acabo con quebraderos de cabeza, parece que no aprendo la lección, que me dejo convencer demasiado fácil.

La soledad de la coronaWhere stories live. Discover now