Capítulo Treinta y Cinco

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Desde el primer momento que conocí a Lena, en lo que llamo nuestro pequeño incidente de las redes sociales, en el que nunca reconoceré en voz alta que quizá me excedí y tuve la culpa, supe que se trataba de una mujer con un carácter muy marcado y muy fuerte. Esa fue una de las cosas que más me impresionaron de ella, que no se veía ni siquiera afectada por mi presencia, le era igual, como si no tuviese delante a un cantante tan famoso como yo. Estaba acostumbrado a que cualquier mujer que conocía, y en la que ponía un mínimo interés, acabase por hacer lo que quería. De hecho, aún me ocurría, había aprendido a vivir con ello desde que mi carrera había dado el salto que nunca me esperé que diese y no me quejaba.

Pero con la princesa no era así, su actitud fría y distante me llamaron la atención y generaron en mí muchas dudas, aún recuerdo la manera en que mi ego se vio herido, o mejor dicho, aún lo estaba por sus respuestas y a veces indiferencia. Quizá por eso decidí aceptar su dichoso comunicado, que a día de hoy seguía sin saber bien qué ponía, para obtener más datos sobre ella y poder actuar en consecuencia.

No obstante, con el paso de los meses seguía sin saber bien qué esperarme de ella. Cuando me pensaba que estaba empezando a conocerla, me doy cuenta de que no es así; el ejemplo es el día de hoy, haciéndome ver que aún me queda mucho camino por recorrer.

Hoy está con una actitud totalmente distinta a la que estoy acostumbrado a cuando la he visto. Está relajada, o al menos lo aparenta, es como si por unas razones que desconozco, no quisiera pensar en nada en concreto, sonríe mucho más de lo que suele hacer y me quedo prendado con lo bonita que es. No es que no me hubiese fijado antes en lo guapa que es Lena, eso había sido lo primero que me había llamado la atención de ella, porque seamos sinceros, soy bastante superficial cuando se trata de conocer a una mujer para llevármela a la cama en un primer momento. A lo que me estoy refiriendo es que ahora, al verla sonreír, veo cómo sus ojos adquieren un brillo que antes no tenía, o que yo no había detectado.

Tampoco es que sea un experto en fijarme en los detalles de la gente, me aburría de la mayoría de personas al poco tiempo de conocerlas, pero con Lena no había sido así, se había convertido en mi amiga. Me preocupo e intereso por ella, quiero que todo le vaya bien.

Por curiosidad, además de estar atento a lo que habla, observo la manera en la que, de forma disimulada, la gente la mira. Son mucho más educados a lo que estoy acostumbrado y creo que es por su cultura, tan distinta de la mía. La mayoría de gente cuando ve a Lena se quedan sorprendidos, la reconocen antes que a mí y en lugar de sentirme molesto porque ella tiene más atención, es justo lo contrario.

Si saben quién es, sin contar que es porque será su futura reina, es porque la admiran, los niños pequeños, sobre todo las niñas, la miran con admiración. Lena aquí es un ejemplo, y no sé bien la razón, pero me siento orgulloso.

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora