Capítulo Setenta

23.9K 2.4K 582
                                    

Ops! Esta imagem não segue as nossas directrizes de conteúdo. Para continuares a publicar, por favor, remova-a ou carrega uma imagem diferente.



Para mi mala suerte, el cambio de temperatura tan brusco entre Estocolmo y Los Ángeles me pasó factura, acabé resfriada.

Tampoco es que fuese muy importante o grave, pero sí molesto, demasiado. Sin embargo, un catarro no me impedía ir a los actos oficiales que tenía planificados solo empezar el año, no era una excusa para que no estuviese perfecta en cada uno de mis compromisos y demostrar que haber anunciado mi noviazgo no cambiaba nada mi forma de actuar.

Lo que sí noté es que a raíz del comunicado había muchos más medios internacionales que cubrían actos que ni siquiera sabrían sobre qué trataban, como los de visitas a ciertas provincias de Suecia para apoyar algunas causas.

No sé si era por el inicio de año, o más una casualidad, aunque lo dudaba, ya que mi agenda estaba coordinada por la Casa Real Sueca, en otras palabras, por mi padre, pero las primeras semanas, por no decir todo el mes, lo tenía abarrotado de trabajo. Actos individuales, algunos compartidos con Kristoff, ya que Freya al haber retomado las clases en la universidad estaba exenta de los que no fuesen importantes y trascendentales, algunos con mi madre y ninguno con el rey.

Sabía que eso alimentaba la polémica de que no teníamos una buena relación, pero por lo que había visto, habían decidido tomar la ley del silencio con las noticias relacionadas con ello. Una decisión que me parecía acertada, yo hacía lo mismo, ni siquiera contestaba a las preguntas que me hacían de forma inocente algunas personas cuando las saludaba con cortesía antes de algunos actos.

Sí, mi vida privada era de interés nacional, y ahora también internacional, pero no iba a dar más información de lo que ya había hecho. Sebastian y yo estábamos juntos, lo anunciamos, no necesitaban saber más detalles o curiosidades.

No obstante, el haberlo hecho público también generó una oleada de críticas por parte de los sectores más conservadores del país y su prensa. No veían a Sebastian con buenos ojos, remarcaban que era estadounidense, que su fama le precedía y que no tenía la formación suficiente para el futuro papel que tendría en la monarquía.

No era lo único que criticaban, también se me tachaba de estar cometiendo una locura, que había perdido la racionalidad, la que siempre se me había caracterizado y que el pulso que estaba echándole al rey solo acabaría por perjudicarme aún más.

No le había hablado de eso a Sebastian, no tenía que saberlo, estaba todo en sueco y seguramente no lo leería nunca. Tampoco quería ponerlo en alerta por algo sin importancia, siempre habría críticas.

Me resultó extraño regresar sin él, no porque lo necesitase o no entendiese que él también tenía su trabajo, fue más bien el hecho de que me había acostumbrado a tenerlo a mi lado, a verlo cada día y poder hablar con él sin tener que pensar en la diferencia horaria.

Quizá por lo ocupada que estaba, al igual que Sebastian al parecer, no hablábamos tanto como me hubiese gustado. A veces me parecía que estaba algo distante, pero preferí no darle muchas vueltas. No me preocupaba, nuestras vidas laborales nos ocupaban mucho tiempo, era normal.

La soledad de la coronaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora