Capítulo Veintiséis

37K 2.9K 320
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.



No sé cómo tomarme esos mensajes de Sebastian. Suele ser muy directo, eso me gusta de él, pero en esta ocasión es como si no hubiera pensado al enviarlos, son totalmente sin filtro. No tengo mucho tiempo, porque tengo que estar atendiendo a los invitados y a los premiados, así que le digo lo que estoy pensando: que no me lo esperaba.

Él es encantador, o me parece que lo está siendo, aunque su encanto es uno de sus puntos más característicos, tiene mucho carisma, y vuelve a sorprenderme cuando dice que ha visto mi discurso. No ha pasado tanto tiempo, es muy difícil que lo hayan publicado en algunos medios con tanta prisa, ni tampoco podía haber salido en las telenoticias de su país, no se daban prisa en temas que fuesen internacionales. Y es cuando me dice que se ha vuelto viral gracias a una red social.

Mi discurso se ha vuelto viral.

No me lo creo en un principio, pero dudo que Sebastian me mienta en algo así. Suele bromear con todo tipo de cosas, sin embargo, no con un tema tan serio. En lugar de cambiar de tema sigue insistiendo en ello, y dice que me entiende. O al menos mis reacciones.

Empiezo a sospechar que debe estar borracho, es todo demasiado curioso. ¿Está admitiendo que se equivocó?

No obstante, saber que mi discurso se ha hecho muy famoso por la red y que puede servir de influencia a muchas chicas jóvenes, como la hermana de James, que según Sebastian está muy motivada, por eso, ya había valido la pena saltarse en ese sentido el protocolo.

Sé que me he excedido de tiempo hablando con el cantante, no puedo retrasarme más. Así que me despido de él y le devuelvo mi teléfono a uno de mis guardaespaldas.

—¿Dónde estabas? —me apremia mi padre al verme—. Te he estado buscando.

—He ido un momento al excusado. ¿Ocurre algo?

—Puede... —Odio cuando es tan misterioso. Pero esta vez en sus ojos azules hay un brillo que no reconozco, uno al que no estoy acostumbrada—. ¿Bailamos?

—Claro, padre.

Supongo que ver al rey y a la futura heredera llama suficiente la atención para que los fotógrafos que hay autorizados nos hagan un pequeño reportaje sin perdernos de vista. Pero que mi padre me haya sacado a bailar no es solo para eso, hay algo más.

Con él siempre hay más.

—Me están llegando informes de cierta cosa bastante... curiosa —comenta mientras seguimos los pasos del vals.

—Y supongo que por eso estamos bailando, para poder hablar de forma más tranquila.

—También porque quiero bailar con mi hija —admite—, pero tienes razón. Es una de las razones. Supongo que sabrás que aunque estemos en una recepción real estoy pendiente de todo lo que ocurre. Es mi obligación como rey. Una que tendrás que cumplir tú cuando llegue el momento.

La soledad de la coronaWhere stories live. Discover now