Capítulo Diez

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Mi padre no me saluda, ni siquiera ha levantado la cabeza de los papeles que está mirando muy concentrado. No me sorprende, nunca suele mostrarse efusivo o deja lo que está haciendo cuando alguien viene a verlo. Solo hay una excepción y es mi madre. Si ella es la que entra en el despacho, él lo deja todo para darle toda su atención. Es curioso que con lo frío que es mi padre, mi madre es capaz de derretirlo.

Yo quiero algo así para mí, alguien que sea capaz de ver más allá de mi coraza y sepa cómo tratarme en cada momento. Aunque no me corre nada de prisa, no es algo que me preocupe mucho encontrar pareja.

Espero que mi padre me dé una orden o que me diga qué debo hacer, pero parece tan concentrado que permanezco callada. Frunce el ceño de forma ligera y se le marcan más las arrugas de expresión que adornan su rostro. Siempre las ha tenido, desde que tengo memoria le he visto aparentar más edad de la que tiene. Quizá son las preocupaciones que tiene encima, o la gran carga que supone ser el rey.

—Toma asiento, Lena —murmura aún con la vista en la mesa.

Hago lo que me dice, porque sé que no ha sido una petición amable, me lo ha ordenado y su tono autoritario lo ha dejado claro. Aparto la silla con cuidado y me siento, con la espalda recta y las piernas en la posición correcta, no quiero que me reproche nada más de lo que ya va a hacer.

La mesa nos separa y es como si representase la diferencia que hay entre ambos, la posición que tiene él y la que tengo yo, que está por encima de mí. Él es el rey y yo... yo por el momento solo soy su sucesora.

En lugar de sentirme cohibida miro todos los papeles que ahora al estar sentada puedo ver a la perfección, son todo artículos de Sebastian y míos y, sobre todo, muchas fotografías de ambos. Es distante y muy correcto, pero se preocupa muchísimo por sus hijos y sé que nos quiere a los tres por igual, aunque haga diferentes concesiones dependiendo si se trata de mí o de Freya.

—¿Algo que decir de lo que estás viendo? —me pregunta.

Es directo y habla de lo que le interesa. Si no hubiera sido así me hubiese extrañado. No va a perder su tiempo preguntándome cómo ha ido el viaje de vuelta o cómo me encuentro. Sabe la respuesta a ambas cosas, estoy segura de que ha controlado el trayecto de vuelo para saber en qué momento llegaba o si había algún problema.

—¿Qué quieres que te diga, padre? —murmuro.

—Tu opinión de esto. Es justo lo que te estoy preguntando.

Me pasa con un movimiento brusco varias fotografías del cantante y mías. Suspiro al verlas. Sí, pueden ser malinterpretadas. Hay varias cuando estábamos en la tienda de lencería y por el ángulo parece que estemos teniendo una actitud cariñosa entre ambos. Él está sonriendo mientras señala uno de los conjuntos rojos que dijo que me quedarían bien y a mí, como no se me ve el rostro, parece que esté de acuerdo.

La soledad de la coronaWhere stories live. Discover now