Capítulo Doce

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Me está sacando de quicio. ¿Cómo que no sabe qué Lena? Ni que sea un nombre común en su país o que conociera a tantas. Además, soy la única Lena con la que se le había relacionado en los últimos días. No lo entiendo, intento hacerlo, pero no lo consigo.

Con su actitud está consiguiendo lo que quiere, no me hace falta tenerlo delante de mí para saber que tiene esa sonrisa de suficiencia que le caracteriza. Voy directa a lo que me importa, aunque el cantante se anda por rodeos y quiere mantener una conversación más adecuada. En el fondo tiene razón, podría haber sido más educada con él y tener el matiz de cordialidad de cuando se empieza a hablar con alguien, el que aunque no te importe, preguntas cómo está esa persona. Pero no he querido, ¿para qué preguntar algo que no me interesaba? Intento de nuevo decirle que quiero hablar con él de algo importante y en lugar de eso, me dice que está muy mojado.

Suspiro. ¿Y a mí qué me importa que esté mojado? Ni me he planteado a mirar la diferencia horaria entre ambos países, tampoco pretendía que me respondiese al momento. Así que si le he interrumpido un momento de intimidad con otra persona, no es mi problema, ha sido él quien ha dejado de hacer lo que hacía para contestarme. Como no sé qué contestar a semejante revelación, no sin perder la educación, me quedo callada. Pocos segundos después me envía una fotografía para hacerme ver que hablaba en sentido literal, que está empapado.

¿A mí para qué me envía algo así? ¿Qué espera que le diga? ¿Muy bien? Además, sabe lo que hace, quizá ha sido casualidad o quizá no, porque no se puede negar que el cantante es atractivo. En la imagen sale muy bien, al estar mojado su cabello parece más oscuro, lo que hace destacar aún más el color de sus ojos. En lugar de comentarla con él, porque sé que es lo que quiere, se la reenvío a Freya. Ella sí la sabrá valorar, o al menos mejor que yo.

Soy más directa todavía y le digo al cantante lo que quiero y me sorprende al ver que acepta tan rápido. Me invita a su concierto de Londres, que según sé por Freya, es el primero de su gira. Antes de que le pueda decir algo más me asegura que estaré en una buena zona y alejada de cualquier mirada curiosa.

Al final, cuando me despido de él, me consigue sacar una sonrisa. Sé que si no estuviera sola la hubiera reprimido, pero es que es lo bueno de estar en mi habitación, que nadie me está observando.

—¡En serio! —Freya entra como si nada y al ver que la miro con una ceja alzada se detiene, vuelve sobre sus pasos, llama a la puerta y entra de nuevo—. Lo siento, la emoción me puede.

—¿Qué ocurre ahora?

—No puedes enviarme semejante fotografía y esperar a que no diga nada. ¿Cómo tienes semejante reliquia?

—¿Te ha gustado? —intento saber. Para eso la tenía, porque creía que le gustaría.

—¡Lena! No puedes preguntarme semejante obviedad. —Freya se tumba en la cama mientras suspira de forma exagerada—. Claro que me ha gustado, es más, es mi nuevo fondo de pantalla. Sale tan bien...

La soledad de la coronaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz