Capítulo Cuarenta y Cuatro

26.3K 3K 883
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.



Sebastian me ignoraba.

No era tonta y me había dado cuenta de que solo me ponía excusas absurdas para no hacer videollamadas. Sí me enviaba escuetos mensajes de texto, pero nada comparado con lo que solía hacer antes, eran casi como forzados.

Me lo esperaba, su forma de mirarme al despedirse de mí había expresado más de lo que él dijo con palabras.

No iba a negar que estaba molesta por ese cambio de actitud, la que debería estar distante con el otro debería ser yo. Me había besado sin que me lo esperase en un arrebato.

Sebastian es así, nunca sabías por dónde iba a salir, y lo conocía lo suficiente para saber que se dejaba llevar por sus impulsos en ese momento. El problema es que parecía que ese beso había tenido diferentes significados para ambos. Teníamos un punto en común, éramos amigos y valorábamos nuestra amistad, él se preocupaba por mí del mismo modo que yo por él.

Quizá por eso había tomado la decisión de ignorarme, porque no quería complicarme más y era su manera de protegerme. La distancia siempre funcionaba para calmar las cosas y que se enfriasen. Pero ¿por qué?

Odiaba no saber cómo iban a suceder los acontecimientos, odiaba esa incertidumbre. Sin contar que ese beso no podía salir de mi cabeza, no podía evitar pensar en Sebastian a diario y en las posibles razones de sus acciones.

Pese a eso, intenté concentrarme en mis obligaciones como princesa y saber sobrellevar los días con mi mejor sonrisa y aparentando que estaba bien.

Con Martha, y la ayuda de Nikolaj que parecía muy poco dispuesto a irse de Estocolmo, decidimos dar apoyo público a una de las protectoras de animales de aquí. Llevábamos tiempo hablando del tema y había sido ella la que me había convencido para que organizara un evento para concienciar a la población de cómo estaban las cosas y de lo que la gente no veía.

Martha siempre había sido una gran defensora de la causa y más de una vez les había dado apoyo económico, pero no era suficiente. A mí me pareció un plan estupendo y sabía que si presidía un acto así le daría mucha más visibilidad que si lo hacía de forma anónima, porque no solo era necesario el dinero, también voluntarios.

En esta ocasión que la prensa estuviese tan pendiente de mí y de todo lo que hacía fue algo positivo, porque así tuvo la repercusión que necesitaba. Salió en muchos portales web y algunos diarios del país, sin contar los noticieros de televisión.

Para reforzar el mensaje que quería enviar, un par de días después de ese acto fui junto a Martha, porque esta vez Nikolaj no quiso participar, a ayudar en todo lo posible a la protectora. No me importó mancharme o despeinarme, porque me sentía bien, estaba haciendo uso de mi influencia para algo que de verdad me gustaba. Martha al principio no se creía lo que estaba viendo, acostumbrada a que yo estuviese siempre con mi apariencia perfecta e impoluta, pero no me dijo nada al respecto, porque sabía que necesitaba una distracción.

La soledad de la coronaWhere stories live. Discover now