Extra 3

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(Narra Lena, pero no sé el motivo por el que no me deja poner fotos, luego lo arreglo con el móvil)


—¿Puedes repetirlo, por favor, padre?

Es ya casi una costumbre que una vez por semana —casi siempre los domingos—, toda la familia nos reunamos en el palacio real para comer y pasar tiempo juntos fuera de las obligaciones de la corona o los actos que asistamos.

Sé que mis padres nos echan de menos, yo también lo hago con ellos, al igual que mis hermanos, aunque ninguno lo reconozca en voz alta. El palacio real es muy grande solo para dos personas.

Hace ya años que no vivimos con ellos, que empezamos nuestro propio camino lejos de su ala protectora y de la seguridad que no ofrecían. Años desde que había empezado mi propia familia, años desde que había conocido a Sebastian.

Al pensar en esos momentos, parece que no hace tanto, que solo han pasado unos meses de cuando solo éramos Sebastian y yo; no obstante, ahora también están nuestros hijos, y los de mi hermano, porque Freya siempre ha dejado muy claro que no piensa tenerlos ya que no tiene ganas ni le apetece.

—Ha quedado bastante claro, Lena —tercia. Ni siquiera está mirándome, toda su atención está en sus nietos, y en este caso concreto, en una de las hijas de Kristoff que se ha levantado para estar a su lado y le está enseñando algo con una sonrisa. Yo no lo entiendo. No puede decir algo así y actuar como si nada o centrar la conversación en esto—. ¿Quieres que te ponga más puré, cariño? ¿Es eso?

Trago saliva al ver que sigue pendiente de mi sobrina, como si no hubiera soltado una bomba que tambalea todo mi mundo y el de todos los que estamos sentados en la mesa. Ya no soy insegura con respecto a lo que piensa de mí sobre mi papel como heredera, pero su actitud y la falta de querer seguir con el tema me está generando de nuevo una incertidumbre que hacía años que no sentía.

Sé que no lo he escuchado mal, que no sirve de nada que le pida que lo repita porque sus palabras serán exactamente las mismas: va a abdicar.

Y no lo entiendo. Por mucho que le esté dando vueltas a los motivos, a las posibles explicaciones, no le encuentro sentido.

Mi padre siempre ha sido muy claro con respecto a ello. Desde que tengo memoria sé que él no tiene pensando en renunciar al trono, que yo no ascenderé hasta que él muera (algo que espero que suceda en muchos años). Es por eso que sus palabras, acompañada de su actitud tan extraña y despreocupada, hace que todo sea una gran incógnita.

Antes de seguir hablando, porque sé que no soy la única que tiene infinidad de dudas —el rostro de mi hermano está casi igual de desencajado que el mío—, observo a mi padre buscando algún indicio o pista de algo. Ni yo misma sé el qué.

¿Abdica porque quiere? ¿porque está enfermo? ¿por algo que se me escapa?

—¿Hay algo que no sepamos, padre? —pregunto y disimulo lo mejor que puedo, sobre todo para no preocupar a los niños, el temor de mi voz. Es lo más plausible, que le hayan detectado un problema de salud grave que le imposibilite seguir con su cargo institucional—. ¿Es por eso?

Dudo que mi padre haya tomado esa decisión a la ligera y sin consultarla con sus asesores, mi madre entre ellos. Lo que no comprendo es que a mí me haya dejado de lado en un tema tan importante. No me lo había planteado porque sabía que no sucedería, pero quería que me tuviera en cuenta.

—Me sorprende tu actitud, Lena —apunta con mucha calma—. Pensaba que te alegraría saberlo. Llevas toda la vida preparándote para ello.

Alegría no es la emoción que estoy sintiendo. No sé si es por la sorpresa de la noticia, o la preocupación, pero no lo siento como si fuese real. Es como si el mundo se hubiese detenido y yo estuviera en medio del caos, buscando el equilibrio entre sus palabras y mis emociones.

La soledad de la coronaWhere stories live. Discover now