Capítulo Sesenta y Ocho

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Su pregunta me ha tomado por sorpresa, no me esperaba que me dijese algo así. Sebastian quiere que pasemos las Navidades juntos y yo... yo no sé qué responder.

La idea me gusta, no voy a negar lo contrario, adoro pasar tiempo con él, se me hace muy fácil y soy feliz a su lado. Si el día es así, en unas fechas tan señaladas como las que se aproximan será más especial.

El problema es que nunca he pasado estas fiestas sin estar con mi familia, nadie lo había hecho antes. Podíamos estar llenos de actos oficiales, en otros países o cosas similares, pero siempre volvíamos por Navidad.

Por mucho que ahora no estuviéramos pasando por el mejor momento de nuestra relación, sobre todo con el rey, no me imaginaba marchándome a otro continente, a miles de kilómetros lejos de ellos.

—Me he precipitado, lo siento —habla Sebastian al ver que yo no respondo y sus ojos zafiro muestran más de lo que está queriendo decir, está dudando—. James siempre me lo dice, que me dejo llevar y no debería.

—No te disculpes —me apresuro a decir—. No te has precipitado, de hecho agradezco que quieras pasar las Navidades conmigo.

—¿Pero...?

—¿Qué? —pregunto porque no lo entiendo.

—Que ahora vendrá la pega, te conozco, te lo estás pensando mucho para suavizar el golpe.

—No exageres, Sebastian —río con suavidad y le acaricio la mejilla—. No he dicho que no, solo que tengo que pensármelo —añado al ver su expresión—. No porque no quiera, sino porque no es tan fácil como lo has planteado.

—Me lo supongo...

Sigue muy nervioso por lo que estoy notando así que le obligo a que me mire y sonrío para transmitirle tranquilidad. Hemos llegado a un punto en el que con solo una mirada puedo sobrentender qué se le pasa por la cabeza y sobre qué son sus dudas. Parece que todo lo que de verdad le importa es lo que le muestra tal y como es.

Que haya pensado en mí me ha parecido un gesto muy dulce y considerado por su parte, uno que me demuestra que la relación avanza, que ambos estamos en el mismo punto, decididos a seguir por el mismo camino. Ahora que se había hecho público solo significaba que o acabaría muy bien o muy mal, que todas nuestras acciones tendrían repercusiones y la prensa estaría encima de nosotros.

—Hablaré con Kristoff ahora cuando venga, quiero saber qué opina —admito—. Me es igual lo que piensen mis padres, pero sabes que mis hermanos son muy importantes.

—Kristoff te apoyará —habla muy convencido—. Siempre lo hace, es una de las cualidades que más me gustan de tu hermano. También que no me esté juzgando todo el tiempo —bromea—. Es un alivio no tener que aparentar delante de él.

La soledad de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora