Capítulo Uno

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Miro el reloj mientras espero que me sirvan el café que acabo de pedirme en el bar del hotel en el que me alojo para ganar tiempo. Ya me he instalado en una de las suites que hay en la planta superior y sé que tendré la privacidad necesaria para poder estar tranquila sin que nadie me reconozca, que es justo lo que quiero. Si no he calculado mal el tiempo, porque con el cambio de zona horaria puedo estar errada, debe quedar muy poco para que el vuelo de mi hermana aterrice, o quizá lo ha hecho ya. Aunque esto último lo veo improbable, si fuera así Freya ya me hubiera enviado varios mensajes con lo primero que se le pase por la cabeza, para saludarme o cualquier tontería que considerase oportuno.

Ella es así, tan natural que cuando se olvida de cosas importantes o mete la pata, es sin quererlo.

No me sorprendo cuando es uno de los escoltas el que coloca la bebida encima de la pequeña mesa que tengo delante. Me había extrañado que me dejasen pedir por mí misma, no suele ocurrir. No me quejo, es su trabajo, tienen que asegurarse de que no me pase nada, que sigo con vida. Porque si no fuera así, sería un absoluto desastre. O al menos para la monarquía sueca, porque perderían a la heredera al trono. Le agradezco el gesto con una sonrisa y el guardaespaldas espera a que tome el primer sorbo para alejarse, sentándose a una distancia prudencial de mí, junto a los otros cuatro miembros que conforman mi equipo de seguridad que me han acompañado hasta aquí

—Nunca me acostumbraré a que tengas a tanta gente pendiente de ti —Rachel lo comenta como si nada mientras me sonríe. A ella sí le sirve la camarera. Un té negro junto a un muffin, su combinación preferida—. ¿Tú cómo lo aguantas?

—Llevo desde que tengo memoria así. Ya estoy adaptada a estas situaciones. Además, llevo muchos años con ellos. Los veo más que a mis amigos e incluso a algunos miembros de mi familia.

—Yo no podría estar en tu lugar. Mucho menos estar tan tranquila como tú, parece que no te afecta.

Rachel es una de las amigas que hice en mi etapa universitaria. Cuando alcancé la mayoría de edad quise hacer un pequeño cambio en mi vida. Me apetecía salir de mi país y por unos años pasar desapercibida, sin la constante presión de ser la heredera al trono. Pese a que en mi infancia hubiese estado bastante protegida por mi entorno, a medida que me fui haciendo mayor todo lo que hacía era comentado en la prensa, tanto de mi país como internacional. Todo era motivo de noticia, mi amistad con otros miembros de casas reales, mis elecciones en cuanto a estilo en actos protocolarios o lo que quisieran decir ese día, era una presión constante.

A mis padres les pareció una buena idea, consideraron que me vendría bien estar separada del foco durante unos meses al año. Así que miré universidades lo más lejos posible de mi país y de mi continente. Al final me matriculé en Yale, una de las más prestigiosas del mundo y que cumplía con todos los requisitos que quería. Allí hice buenos amigos, Rachel entre ellas, con la que compartí varias clases comunes. Durante esa etapa de mi vida fui muy feliz, quizá de mis años más felices, porque podía ser yo misma sin tener que preocuparme en qué estarían pensando de mí, la mayoría de gente de mi alrededor no sabía quién era. Ese también fue uno de los motivos por los que elegí ir a Estados Unidos, no solían mirar mucho más allá de su propio ombligo, la mayoría no sabían ni situar correctamente Suecia en el mapa por lo que la mayoría de personas no me reconocía.

La soledad de la coronaWhere stories live. Discover now