Capítulo Cuarenta y Nueve

28K 3.1K 1.1K
                                    

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.



Lena no es consciente del efecto que ejerce en mí. Si lo fuese no se habría acercado al escenario mientras actúo y no hubiese despegado la vista de mí. Brilla con luz propia, y creo que llegaría a reconocerla entre la multitud aunque no llevase un vestido de un color tan llamativo. Me cuesta concentrarme en tocar y dar lo mejor de mí teniéndola tan cerca, porque lo único que tengo ganas es de que podamos hablar con tranquilidad.

Sin embargo, tengo que seguir con el plan establecido, el que es el mejor para ambos. Teniéndola delante de mí no soy capaz de resistirme a cantar la canción que escribí pensando en ella, cuando no tenía pensando hacerlo.

Quería que la primera vez que la escuchase estando yo delante, sin pantallas de por medio, fuese un momento más íntimo y especial. Aunque sin saber bien cómo, siento que se ha creado una magia entre ambos, una que nos evade del resto de invitados dejándonos solo a nosotros dos.

Esa sensación sigue cuando acabo de tocar, debería irme, pero no puedo hacerlo, no sin antes pasar un tiempo con la princesa, porque no sé si ella accederá a hablar conmigo más tarde. No se esperaba esta sorpresa, la conozco tan bien que sus ojos la han delatado y quizá lo que tengo planeado no le parece una buena idea.

Quiero bailar con Lena y lo acabo haciendo. Intento llevar el control, pero no sé bailar de este modo, nunca me he interesado por aprender, así que intento dejarme llevar, no sin reprimir mis ganas de besarla.

Está preciosa. Mejor dicho, es preciosa, pero no sé si es el rojo, que resalta sus facciones, o que hace tanto tiempo que no la veía frente a frente, pero me está volviendo loco.

Cuando sé que mi autocontrol, el poco que tengo, está a punto de acabarse, me voy. No sin antes decirle que quiero hablar con ella y el lugar en el que me estoy quedando para que venga a verme.

—¿Y bien? —intenta saber James en el coche que nos lleva al hotel.

—No lo sé, no he hablado con ella. No era el momento ni el lugar —admito y me aprieto los puños en un gesto para apaciguar lo inquieto que estoy.

—¿Estás nervioso? —pregunta y me mira fijamente. Odio cuando lo hace, porque sé que por mucho que intente aparentar que no lo estoy, él va a saber que sí—. ¡Lo estás! —se ríe aunque sé que no lo hace de mí, que es su manera de ser—. Sebastian, ¿de verdad?

—James, así no ayudas...

—Me resulta gracioso que lo estés, no te lo negaré. Pero os he visto, estoy seguro de que vendrá a hablar contigo.

—Normal que nos hayas visto, no somos invisibles —ruedo los ojos y resoplo.

—Sebastian, sabes a lo que me refiero.

—De hecho no, ¿por qué lo has dicho? —pregunto con curiosidad.

—Lo siento, ¿me está hablando alguien? Es que solo me veo a mí en este coche, si hay alguien más debe tener el don de la invisibilidad o algo... —ríe y me devuelve el comentario como si nada—. La manera en la que os miráis denota una complicidad que no es de amigos, Sebastian. No sé qué va a decirte Lena cuando habléis, o lo que va a pasar. Lo único que te puedo decir con seguridad es que hay ciertas cosas que no se pueden ocultar por mucho que quieras...

La soledad de la coronaKde žijí příběhy. Začni objevovat