Capítulo Dieciocho

36.1K 3.2K 760
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.



Ni dos minutos han pasado desde que Sebastian se ha ido a duchar, en los que lo he escuchado cantar y cambiar alguna letra de la canción para incluirme, según él, porque sí, porque no quiere que me aburra y no sé cómo sentirme al saber que está hablando conmigo. Se está dirigiendo a mí estando desnudo y aunque intento no pensar en ello, no puedo evitarlo. Al principio estoy muy incómoda, ni siquiera le respondo, es que tampoco sé qué decir. Al no hacerlo, intenta hablar con James, que todavía no ha entrado por lo que tengo que dirigirme a él para decírselo y que no pierda más el tiempo.

—No está aquí —murmuro—. Y deja de hablar conmigo.

—¿Por qué, princesa? ¿No te gusta que lo haga?

—Porque no. Es muy incómodo, deja de hacerlo.

—Para mí no lo es. —Hace una pausa y no me hace falta verlo para saber que está sonriendo ante mi respuesta—. ¿No te ha gustado el repertorio que estoy cantando para ti? Son todo canciones inéditas. Únicas. Solo para ti, Lena.

—Me siento hornada —resoplo aunque él no me escucha. Es un experto en agotar mi paciencia, que creía infinita hasta que lo conocí.

—Si no lo escuchas bien siempre puedes venir aquí, conmigo. Estoy convencido de que estando a mi lado vas a apreciar mucho mejor mi don. Y no hablo solo de la música. ¿Sabes a lo que me refiero?

—¡Sebastian! —protesto. Había accedido a ser amigos y a conocerlos, pero esto era demasiado.

Quizá es porque acabo de chillar o puede que sea porque ha pasado ya un tiempo suficiente desde que le había pedido que se marchase, James entra en el camerino con una ceja alzada. No hace que me diga lo que está haciendo, examina el camerino para saber dónde está su amigo. También parece estar buscando algún objeto roto, ¿tan visceral me considera? Yo no rompo nada, controlo mi carácter y mis emociones. Aunque reconozco que con Sebastian llego al límite casi siempre. Sin embargo, quizá está controlando la reacción de su amigo. No lo conozco tanto y nunca he llegado al punto de verlo fuera de sí. Tampoco es que quiera, no me gusta que la gente pierda los papeles.

—No hace falta que me lo digas, está duchándose. —Se sienta en uno de los sofás, aunque antes de hacerlo aparta la camiseta que se ha sacado el cantante. No dice nada, pero pone una mueca en la cara y acaba por lanzarla al suelo—. ¿Habéis llegado a un acuerdo?

Para mis adentros sonrío, por fin ha dejado de tratarme con la formalidad que solía usar. Sé que es lo correcto, pero al tener una conversación totalmente coloquial me resulta desagradable que me traten de forma tan correcta.

—¿Sabes de lo que íbamos a hablar?

—No, pero me hago una idea por eso. —Mueve la cabeza de forma ligera como si tratase de encontrar las palabras adecuadas—. Conozco a Sebastian más de lo que él cree. Cuando aún no se ha dado cuenta de las cosas yo ya las sé, es divertido ver cómo reacciona ante ella.

La soledad de la coronaWhere stories live. Discover now