Capítulo 95

97 21 12
                                    

Aún era muy temprano así que decidí ir al cementerio donde yacía mi amada Elisa.

Antes de llegar compré sus flores favoritas.

Me estremecí al ver su lápida, en esta estaba escrito.

"Elisa Montiel Cicolinni"
"Una magnífica mujer con el corazón más grande del mundo"

- Elisa, ya han pasado doce años y aún sigo extrañandote, nuestro amor fue tan breve pero realmente ha durado una eternidad, te sigo amando.
- Sé que me sigues amando Ryan- Escuché a alguien tras de mí.
- ¿Elisa?- Volteé rápidamente pero no había nadie- Me estoy volviendo loco por tu ausencia mi amada. Aún recuerdo con claridad aquel primer beso en tu casa, te había ayudado a limpiar y simplemente sucedió, sí, como todo lo nuestro. También he recordado últimamente cuando te pedí que te casaras conmigo en aquel restaurante, realmente quería hacerlo, realmente quería casarme contigo y formar aquella familia ¿Sabes? Nunca te lo dije pero cada noche imaginaba nuestra boda, te miraba vestida blanco con un vestido de princesa y tú llevabas un recogido muy bonito con un tocado y tú velo, te veías magestuosa llegando al altar, en la fila de enfrente estaba tu abuela Eleonora, tu madre, tu hermano, mi hermana, su hija y nuestra pequeña Elizabeth. Todos estaban tan felices porque por fin hacíamos realidad uno de nuestros más grandes sueños y después de la fiesta soñé que íbamos a una isla a olvidarlo todo, éramos tan felices los tres... Ojalá hubiera pasado.

Comencé a llorar descontroladamente.

- Elisa, no fueron suficientes las veces que te vi despertando a mi lado, yo quería estar contigo para siempre... ¿Porqué me haces sufrir así? Aún con todo, te amo demasiado y siempre será así.

Cuando volví al hotel Elizabeth seguía durmiendo así que la desperté y después de desayunar nos fuimos a casa.

Durante el trayecto escuchamos música y cantamos a todo pulmón, yo en especial una canción que me recordaba a Elisa y que sin embargo nadie lo sabía.

"Te vas moviendo y cambias de color
Marqué tu nombre en la corteza de mi ser
Peleando con demonios otra vez
Siempre me atacan cuando más cansado estoy

Y es cuando tú me miras desde allá
Y sonriéndome, me regresas hasta ti
Conoces bien mi habilidad de volar
De divagar, entre los mundos

Te vas borrando con la multitud
Puedo ver los puntitos contra el cielo
Y cuando aprieto los ojos veo tu voz
Fantástica, geométrica, multicolor

Y es cuando tú me miras desde allá
Y sonriéndome, me regresas hasta ti
Conoces bien mi habilidad de volar
De divagar

Me haces volar
Me haces soñar
Me haces sentir tranquilo en la oscuridad
Me haces sentir
Me haces llorar
Me haces sentir que ya no existe gravedad
Me haces reír
Me haces cantar
Me haces pisar el suelo de la realidad
Sentarnos frente a frente
Y encontrarnos

Me haces volar
Me haces soñar
Me haces sentir que hay esperanza una vez más
Y cuando me siento mal
O cuando pierdo el camino
Me haces pisar el suelo de la realidad
Sentarnos frente a frente
Y encontrarnos nuevamente"

Sí, ese era mi sueño... Encontrarme nuevamente con ella.

¿Porqué los momentos felices son los más efímeros? Desde una eternidad siendo feliz a su lado y no se cumplió.

Y aunque amo a mi esposa, Isabel, siempre habrá de interponerse entre nosotros el recuerdo de Elisa.

Una vez hace años, cuando volví del trabajo, llegué a casa e Isabel estaba escuchando música clásica, fue entonces cuando me remonte al pasado y sentí que era Elisa.

- Elisa, mi amor, ya volví ¿Cómo estás princesa?- Pregunté.

Al mirar su rostro note una pizca de tristeza y enojo.

- Ryan...- Susurro.
- Perdóname, no sé que me paso- Dije apenado.
- No te culpo, tú quisieras llegar a casa y que Elisa esté aquí para recibirte...- Comenzó a llorar.
- No es así, perdón- Mentí.
- Cuando acepté casarme contigo nunca me imaginé que siempre tendría a una rival, pero ¿Sabes que es lo peor? Que ella está muerta... No puedo competir contra ella porque en tu mente Elisa es perfecta y sí, quizás lo era pero ella ya no está, solo soy yo contra Elisa en tu mente- Dijo mientras las lágrimas caían en su rostro.

Y así ocurrió en numerosas ocasiones.

Algunas veces cuando íbamos a comer, yo pedía un platillo que sabía que a Elisa le gustaba y de repente decía:

- ¡Esto está muy bueno! Ya veo porque a Elisa le gustaba.

Isabel ponía su cara de disgusto y yo dejaba de hablar de ello.

La que sueña con BeethovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora