Capítulo 5

9.6K 1.6K 428
                                    

El día me tenía preparada una nueva sorpresa

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El día me tenía preparada una nueva sorpresa.

Ese día mi querido hermano tenía visitas.  Tenían que terminar una maqueta o algo así.  Era un trabajo grupal y sabía que vendría Max y uno que otro desconocido.  Había escuchado en la cena que ninguno estaba muy conforme con el grupo, ya que el profesor los había armado a partir del lugar donde estaban sentados. 

Apenas escuché el timbre, conté hasta cinco y me acerqué a abrir la puerta, intentando fingir naturalidad, aunque en realidad hubiera estado como un gato acechando la entrada toda la tarde.

Esperaba poder encontrarme con Max, sonreír un poco e invitarlo a pasar con cortesía, pero ni siquiera tuve que forzar la expresión de sorpresa que tanto había ensayado frente al espejo cuando vi el rostro del recién llegado. 

Rápidamente, mis ojos descendieron a su camiseta, buscando su apodo.

—¿Naranjo? —Mi voz sonó a pregunta.

—¿No dejas pasar? —contestó él. Si estaba sorprendido de verme, no lo demostró.

—Oh, claro, adelante. —Me hice a un lado para dejarlo entrar—.  Soy Sybilla.

—Sí, lo sé —respondió a secas, pero luego de ver mi mirada atónita, aclaró—: usas una tarjeta con tu nombre, en el café.

Tenía lógica.

—¿Eres amigo de Elias? —pregunté, buscando cambiar de tema.

Adrian se encogió de hombros.

—No, solo se me ocurrió sentarme cerca de dos idiotas el otro día y resultó la peor idea del mundo, porque terminaron emparejándome con ellos.  —Puso una expresión incómoda, cualquiera habría pensado que se arrepentía de ser tan grosero con el anfitrión.  Yo no, porque lo conocía y podía apostar que estaba orgulloso de su actitud fría y mal educada—.  Lo siento, miles de teorías conspirativas llegan a mi mente. 

—¿Cómo cuál? —pregunté, curiosa por indagar más en esa misteriosa cabeza suya.

Miró a su alrededor.

—¿También trabajas aquí? —preguntó.

Su pregunta me ofendió, solo un poco.

—Sí, el dueño de esta casa me da una mesada por dormir en mi pieza, comer bien y esforzarme en los estudios —contesté—.  No tengo contrato, la partida de nacimiento es más que suficiente.

Por primera vez logré distinguir un atisbo de sorpresa, que disimuló rápidamente con otro comentario sarcástico.

—Es una suerte que te paguen por eso, la mayoría de los trabajos requieren un poco más de esfuerzo.

—Lo sé, recibo un extra preparando café a unos clientes bien extraños.

—Que oportuno —comentó.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now