Capítulo 53

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Finalmente Adrián llegó a casa a almorzar, y yo ni siquiera había tenido ni el valor o el tiempo para contarle lo de Sabrina

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Finalmente Adrián llegó a casa a almorzar, y yo ni siquiera había tenido ni el valor o el tiempo para contarle lo de Sabrina.

Era dramático en varios sentidos, pues si no acababa con esto hoy, Hedoné no me iba a dejar ver la luz del sol al día siguiente, pues iba a estar demasiado ocupada preparándome para la dichosa fiesta, y si llegado el momento, Afrodita rompía con todo, no iba a tener tiempo de contarle yo misma a Adrián qué sucedió.

Y eso no podía pasar.

Así que hoy, era decisivo.

Pero primero, teníamos que pasar por la minuciosa, e innecesaria inspección de papá.

Mi progenitor masculino examinó a Adrián de pies a cabeza, pero él ni siquiera se inmutó.

—Hola —saludó la visita.

Seguramente, luego de codearse con tanto Dios anda suelto por ahí, seguramente un padre con ganas de imponer su autoridad no le intimidaba.

—Hola, Adrián, ¿no? —preguntó papá.

—Así es —contestó, dando un paso dentro de la casa, como el invitado que era.

Eché un vistazo más detenido, y me pregunté por qué no tenía puesto su traje de baño.

Papá cerró la puerta, y se quedó de pie, conocía esa actitud. Estaba meditando.

—Deja de espiar —susurró Elías, apareciendo a mi lado.

De acuerdo, sí. Mientras todo lo anteriormente descrito ocurría, yo estaba cobardemente escondida detrás de la escalera.

—Habla por ti mismo —alegué—. Tú lo invitaste, ve a saludar.

—Y es tu novio —repuso Elías, empujándome escaleras abajo.

Perdí el equilibrio y me agarré de lo primero que mis manos encontraron, ó sea, la camisa de Elías. Ambos nos caímos escalera abajo, llamando la atención de todos, de la manera más estrepitosa posible.

—Bien hecho —mascullé.

—¿Por qué te caíste encima mío? —preguntó Elías, en un hilo de voz.

—Como si hubiera podido elegir —bufé.

Una mano apareció frente a mí, levanté la vida y encontré a Adrian frente a mí. Él me ayudó a ponerme de pie, y aunque agradecí que no se riera, tampoco mostró ninguna emoción, mientras yo estaba muriendo de la vergüenza.

Papá por otro lado, era otro cuento, estaba conteniendo la risa en su afán por seguir pareciendo un hombre serio.

Caminé con Adrian hasta el comedor, donde Jena estaba terminando de arreglar la mesa. Seguramente ella también quería aparentar ser una madrastra preocupada.

Elías apareció al poco después, simulando una grave cogera.

Curioso que yo me sintiera mal por andar viviendo una doble vida, cuando todos aquí estaban fingiendo.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now