Capítulo 7

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—¿Qué no entiendes? —inquirió la diosa, ofuscada

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—¿Qué no entiendes? —inquirió la diosa, ofuscada.

—Creo que sería bueno que me repitieras algunas cosas, solo para asegurarme que entendí bien —propuse.

—Bien, ¿desde dónde?

—Desde donde me explicas que no eres un producto de mi imaginación ni estoy soñando ni tampoco estoy drogada —supliqué.

Ella me miró sorprendida.

—Nunca dije eso.

Inmediatamente me largué a llorar.

—Oye, oye.  No te pongas así, si te hace sentir más tranquila, puedo darte algún alucinógeno...

—¡No! —exclamé.  Sequé mis ojos e intenté parecer más calmada.

—¡Por Zeus! —suspiró Afrodita—.  Pensé que esto sería más fácil, ¿acaso tu mamá nunca te habló sobre los dioses?

Inmediatamente recordé la advertencia escrita en cada una de las cartas de mi difunta madre.

—Algo así.

—¿Y qué te dijo? —cuestionó.

—Que no confiara en ustedes.

La diosa abrió los ojos con sorpresa.

—Bueno, olvida eso, no todos somos iguales, es que a ella se le ocurrió hacer un trato con Hades, que es distinto.

—¿Cómo lo sabes? ¿La conociste? —interrogué, esperanzada.

—No, claro que no.  Yo no tenía nada que ver con su problema, es solo que los acuerdos de Hades suelen ser muy divertidos —contestó.  No supe qué decir y creo que mi expresión la ofendió—. ¡¿Qué?! ¿Acaso no podemos tener farándula en el Olimpo? Imagínate que ustedes con un promedio de ochenta años se aburren de sus propias vidas, cómo será para nosotros.  Es necesario meterse en la de los demás cuando no pasa nada interesante en la vida propia —No iba a contradecirla porque después de esto, pocas cosas lograrían impresionarme—.  Entonces, ¿aceptas el trato?

—Yo...

«No confíes en los dioses».

El dogma que mi madre había repetido en cada una de sus cartas resonó en mi cabeza.

—Te haré hermosa, serás la persona más hermosa después de mí, obviamente —repitió Afrodita—, tendrás el corazón de ese chico que tanto quieres, y tu hermano ni siquiera lo sabrá.  Solo pido un pequeño e insignificante favor a cambio.

—¿Y qué es?

—No requiere mucho esfuerzo, básicamente solo te pediré que le rompas el corazón a alguien, pero seguramente con tanta belleza no será el único, así que qué importa uno más —explicó, con trivialidad.

—¿Solo eso? —Fruncí el ceño.

—Por supuesto, a menos que quieras agregar más condiciones.  Yo no pido nada más.

—¿Y sin trucos? —cuestioné.

—Bueno, obviamente el cambio no será permanente, no puedes salir de casa siendo... Bueno, tú —dijo con desdén—, y regresar con una belleza sacada del Olimpo, pero tendrás suficientes herramientas para controlar tus cambios de imagen y si eres inteligente sabrás llevarlo.

—Eso suena como una doble vida —Analicé.

Afrodita dio un respingo.

—De acuerdo, te propongo algo mejor, si cumples con tu parte, te permitiré que el cambio sea permanente, nadie recordará tu anterior rostro y podrás continuar tu vida siendo quién quieras, ¿te gusta más así?

—Pero, ¿y si no cumplo?

—Lo harás, estoy segura —afirmó—.  Este chico es bastante especial, no puede ser amado por nadie, así que ni siquiera te costará trabajo.

—Entonces, ¿cuál es el punto?

—Que él sí puede amar.

La tentación era grande, pero la idea no me convencía del todo.

—No quiero quiero tener que lastimar a nadie —argumenté.

Afrodita se sentó a mi lado y masajeó mis hombros, buscando debilitar mis defensas.

—Ni siquiera sabrás quién es, no tendrás oportunidad de sentirte culpable.

Dudé.

—Yo...

—¿Qué tal si lo intentas? Solo un día, tú puedes escoger cuándo —ofreció—.  Sin compromisos.

Tomó mis manos y depositó en ellas un fino reloj de bolsillo, con la imagen del nacimiento de Venus grabada en la tapa.  Lo abrí con delicadeza, y para mi desconcierto, me encontré con una numeración en círculo que llegaba hasta el número veinticuatro. Ambas manillas estaban detenidas en esa última cifra.

—¿Cómo funciona? —pregunté.

—Se parece más a un cronómetro, si echas a andar el tiempo, te transformarás, puedes detenerlo en cualquier momento y volver a tomar tu apariencia de siempre —explicó.  Examiné el aparato detenidamente, sintiendo que todo mi futuro retaba contenido en su interior—, pero no puedes usarlo más de una vez dentro de una misma hora, tendrás que esperar.

—¿Por qué? —inquirí rápidamente, sin encontrar sentido a su condición.

—Para que la manilla no se trabe.

Su excusa no me pareció muy lógica, pero comprendí que no iba a obtener una respuesta mejor.

Así que decidí intentarlo. 

El corazón me latió con fuerza, cerré los ojos y apreté el botón.

Esperé.

No sentí nada.  Suponía que iba a notar algún dolor, o al menos, un cosquilleo, o algo que me indicara que mi cuerpo estaba cambiando. 

Temí abrir los ojos.  ¿Qué sucedía si volvía a encontrarme con mi aburrido reflejo? ¿Qué debía pensar de mi salud mental si así era? ¿Y si era un sueño?

En mitad de mis cavilaciones, unos labios se unieron a los míos, en un muy extraño giro de acontecimientos, considerando que yo nunca antes había dado un beso.

Solo entonces me atreví a mirar.  Lo primero que descubrí fue que estaba sola. 

Lo segundo, mi imagen en el espejo.

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El deseo de AfroditaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin