Capítulo 71

4.8K 1K 473
                                    

Regresé a casa sintiéndome realmente enferma

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Regresé a casa sintiéndome realmente enferma. No porque tuviera síntomas, ni malestar, solo porque la realidad era demasiado dura para aceptarla.

No respondí mensajes, no hablé con nadie. Simplemente me encerré en mi cuarto, y esperé a mi —posible— última cena de navidad.

Wessen ni siquiera subió a visitarme, como si pudiera intuir lo que sucedía. Estuvo llorando en el patio durante horas, sin que nadie supiera qué le pasaba.

Tomé la caja que guardaba las cartas que mi madre había escrito. Tantos años creyendo que estaba loca, leyendo sus últimas palabras con pena y esperanza de por fin encontrar algo coherente.

Volví a leerlas, y por primera vez, encontré el sentido en sus líneas, más allá de los simples delirios.

Repasé lo que me tenía que contar, una mujer tan viva y alegre, que fue capaz de renunciar a aquello por mí.

Me dio varios años, a decir verdad, pero solo duraron lo suficiente para que comenzara a disfrutarlos.

Lo mejor había sido el final, sin duda.

Llegué a la última carta y la examiné largamente, sin abrirla.

Me recosté y la coloqué frente a mis ojos, como si pudiera leer lo que tenía escrito a contraluz.

—¿Apolo? —inquirí.

Por alguna razón, supuse que podría escucharme.

Tuve razón, pues inmediatamente sentí el peso de alguien más sentado sobre mi cama.

—¿Tengo alguna esperanza? —pregunté—. Existen tratamientos...

—Te ves muy sana, pero no es así —contestó—. Ya hizo metastasis, está por todo tu cuerpo.

—No puede operarse —afirmé.

—No.

—No hay quimio.

—Solo si quieres sufrir.

—¿Y qué hago? —pregunté.

—Disfrutar tus últimos días —contestó, como si estuviera proponiéndome un picinic en el parque.

Apolo desapareció al tiempo en que papá tocó mi puerta, para pedir que bajara con él a cenar, en familia.

No tuve prisas en abrir, de hecho, estuve un rato frente a la puerta, para asegurarme de que no iba a perder la compostura. De seguro fallé por completo, a juzgar por la cara de preocupación que puso al verme.

—Hija, ¿está todo bien? —cuestionó.

Sus ojos indagaron más allá de mí, hasta detenerse en el delicado cofre donde guardaba todas mis cartas, que en ese momento se encontraban esparcidas por la cama y el suelo.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now