Capítulo 67

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Desperté en una habitación de paredes oscuras, con varios póster de bandas y algunos aparatos interesantes, como sacados de una película de ciencia ficción

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Desperté en una habitación de paredes oscuras, con varios póster de bandas y algunos aparatos interesantes, como sacados de una película de ciencia ficción.

Adrian estaba ahí, dándome tiempo para reconocer el espacio en el que me encontraba.

—¿Cuánto dormí? —pregunté.

—Ya son más de las tres, te estamos esperando para almorzar —expuso—.  La babosa ya quedó, esta en el patio, acostumbrándose a su prótesis.

Había tocado los dos puntos más importantes para una persona que despertaba luego de un largo letargo como el mío, la comida y mi cachorra.

—En ese caso, no los haré esperar más —avisé.

Me incorporé lentamente, resistiendo las quejas de mi cuerpo.

Adrian permaneció inmóvil, y a decir verdad, lo comprendía, para mí tampoco era cómodo ocupar su cama, sin su permiso, pero con el consentimiento de su madre, quien además me había preparado el almuerzo.  La situación era estupenda y extraña en partes iguales.

—No te preocupes, te haré la cama —dije.

—No es necesario —contestó.

Me levanté bajo su atenta mirada.  Pude entrever que había algo que quería hacer, su mente se estaba debatiendo detrás de una imperturbable mirada.

Me quedé quieta, esperando que se acercara y me abrazara, besara mi frente y se despidiera con el máximo de ternura.  En su lugar, sus palabras me dejaron helada.

—Ahora soy yo quien te está ocultando cosas —avisó.

Fruncí el ceño, confundida.

—¿De qué hablas? —inquirí.

—Ya sé qué le pidió tu madre a Hades —dijo.

Mi boca se abrió, pero ningún sonido salió de ella.

—¡¿Qué?! —exclamé—. ¡Dime! Tienes que decirme.  ¿Qué fue?

—Años de vida —dijo.

Me fui a blanco.

—Años de vida —repetí, para encontrarle sentido—.  Ella estaba muriendo, su enfermedad avanzó muy rápido.

Adrian analizaba mi rostro antes de lanzar cada información, como si pudiera medir qué tan preparada me encontraba para recibir más noticias.

—No eran para ella, sino para ti —dijo.

—Eso tiene aún menos sentido —repliqué.

—También tardé un poco en entenderlo, pero tiene sentido si ella no hubiera sido la verdadera enferma. —Hizo una pausa para volver a escudriñar mi expresión—.  Pero ese tiempo no salió de la nada.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now