Capítulo 49

6.2K 1.3K 329
                                    

Estaba recostada sobre el pecho de Adrián, con mi mano dibujando círculos sobre su pecho, mientras él acariciaba mi cabello

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.

Estaba recostada sobre el pecho de Adrián, con mi mano dibujando círculos sobre su pecho, mientras él acariciaba mi cabello.

—¿Cómo debería saludarte a partir de ahora? —preguntó Adrián.

—¿Por qué preguntas?

—No lo sé, no estoy acostumbrado a tener... estar con alguien.

Me moví, de modo que pudiera mirar sus ojos.

—Dilo —pedí.

—¿Qué cosa? —gruñó.

—Lo que estabas por decir. —Guardó silencio, adoptado una actitud tipo: "soy una roca y no hablo"—.  Anda, quiero oírlo.

Tomó aire, para prepararse.

—No estoy acostumbrado a tener novia. —Soltó.

—Yo tampoco —dije.

—¿Qué cosa? —preguntó.

—Eso.

—Dilo —pidió.

Sonreí y oculté mi rostro en su pecho.  ¿Por qué todo con él me causaba tanta vergüenza?

—No estoy acostumbrada a tener novio —reconocí—. Ni a sentirme así.

—Deberías mirarme o voy a pensar que mientes —exigió.

Lo miré.

—Eres mi novio y me encantas —dije.

Una leve sonrisa se escapó de sus labios, su mirada se enterneció y me besó con cariño.

El momento habría sido perfecto, salvo por la punzada de culpa que me atormentaba con más fuerza a cada segundo.

Me levanté y cubrí mi cuerpo con las mantas.

—Adrián, necesito decirte algo —dije.

La curiosidad se apareció en su rostro.

Era ridículo estar cubriéndome ahora, que ya me había visto absolutamente desnuda, pero todavía no estaba preparada para andar mostrándome así nada más, así que recuperé mi ropa interior y caminé hasta mi repisa, donde se encontraba la caja donde guardaba las cartas de mamá.

—¿Alguna vez has confiado plenamente en alguien? —pregunté, sin mirarlo.

—No —contestó, con esa honestidad dura que tanto lo caracterizaba.

—¿Podrías intentarlo?

No dijo nada.

Me di la vuelta, con la caja entre mis manos temblorosas. 

Él seguía recostado en mi cama, con todo su torso a la vista.  Me daban ganas de arrepentirme y volver a recostarme con él.  Era tan guapo.  No quería perderlo ahora.

—Tú ya me has mostrado algo muy especial para ti, y ahora es mi turno —dije—.  Yo, te prometo que voy a romper la maldición de Afrodita, pero necesito que confíes en mí. 

Le entregué la caja a Adrián, quien seguía confundido.  Se veía adorable.

Y yo estaba tan nerviosa.

—Confío en ti.

Le entregué el cofre y lo vi revisar cada una de las cartas, con el corazón en la mano.

La letra de mi madre en cada una iba empeorando y comencé a preguntarme si estaba entendiendo, sobretodo las últimas. 

No decía nada y su expresión era absolutamente seria.  Me estaba matando.

Finalmente llegó al último sobre, que se encontraba cerrado aún.

—¡Ese no! —exclamé, arrebatándoselo de las manos—.  Debo abrirlo en mi próximo cumpleaños.

Nos miramos, y por primera vez no fui capaz de descifrar su mirada.  Era completamente inexpresivo.  Serio, pero no necesariamente enojado.

—Afrodita me pidió que te rompiera el corazón. —Lancé la segunda bomba—.  No sabía que eras tú, ella solo me ofreció... Una nueva vida a cambio.  Ella dijo que no tenía derecho a cuestionar sus acuerdos...

—Esa bruja —masculló.

Era la primera reacción que obtenía hacía mucho rato.

—Dime algo —pedí.

—¿Qué cosa? —preguntó.

—¡Lo que sea! —exclamé—. Adrián, yo no quiero hacerte daño.  Todo esto ha sido muy rápido y extraño, pero no quiero que sufras y no voy a cumplir el trato, pero necesito saber si estas conmigo, quiero que confíes en mí.  Por favor, no te enojes.

—No estoy enojado contigo —dijo—. En realidad, estoy enfurecido, pero con Afrodita.

Agradecía la aclaración.

Adrian volvió a revisar las cartas y entonces reconocí la emoción en sus gestos.

Indignación.

Un nudo se formó en mi garganta.

—¿Con quién hizo un trato tu madre? —preguntó—. ¿Con quién? —repitió.

Quería llorar.

—C-creo que con H-Hades —dije, con la voz quebrada.

Adrian se golpeó la frente, con frustración.

Una lagrima rodó por mi mejilla, tapé mi cara para que no las viera, pero entonces él se acercó y me meció en sus brazos.

—Está bien —susurró.

—¿De verdad? —inquirí.

—No —respondió a secas—.  Aún así, si te crees capaz de enfrentar a Afrodita, no te voy a detener.  Pero con una condición.

—¿Cuál? —sollocé.

—Voy a averiguar qué hizo Hades, o el dios con el que se haya metido tu mamá, y me dejarás ayudarte a resolverlo.

Se veía tan guapo, hablando con tanta determinación, preocupado por nuestro bienestar, y sin nada de ropa puesta.

Cerré los ojos y dejé que siguiera consolándome con besos y caricias.

Hasta que alguien tocó la puerta.

—Oye Adrián, ven a ver cómo quedó el informe si quieres que pongamos tu nombre en él —dijo Elias—.  Te espero abajo.

Adrian no movió ni un solo músculo en un buen rato.

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.
El deseo de AfroditaKde žijí příběhy. Začni objevovat