Capítulo 47

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Tenía un plan, y no tenía idea de si iba a funcionar o no, pero tenía que poner todas mis ganas en hacerlo funcionar

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Tenía un plan, y no tenía idea de si iba a funcionar o no, pero tenía que poner todas mis ganas en hacerlo funcionar.

Y para eso, tenía que recuperar mi invitación a la fiesta. 

Por supuesto que no podía hacerlo sola.

Toqué el timbre de la casa de Adrián y su madre salió en menos de dos minutos a recibirme.

—¡Qué bueno es verte otra vez!

—Ah... Sí, estaba paseando a Wessen por aquí y quise pasarme a saludar.

Mi acompañante ladró para hacerse notar.

—¡Qué bonita criatura! —dijo, agachándose para poder acariciarla—.  Adrián está haciendo algunos recados, puedes esperarlo adentro si gustas. ¿Te gusta el café o prefieres un té?

La seguí hasta el recibidor y escogí el té, como para variar un poco.

Wessen se quedó corriendo en el patio.

—Adrián ya me lo contó —confesé—.  Sus trabajos para los dioses, el asunto de Afrodita...

—Lo haces sonar muy bonito —comentó.

—Puede ser —combine.

Ella dejó su taza de café sobre la mesa, y miró hacia nada en particular.

—Adrián se parece a su padre.  Puede parecer frío, pero también desea ser amado —dijo—.  Él nunca le quiso decir a Adrian que había dado a cambio, probablemente siga culpándose en silencio.  En mis tiempos, nadie se casaba pensando que va a divorciarse.  Creo que hay una leve confusión ahí, puede que nunca te separes y el amor siga intacto, como puede que sigas con alguien y la relación se desgaste.  El trato con Afrodita nunca se hizo cargo de eso último, y al final, la distancia realmente mata.   Solo lamento que Adrián no lo entienda así, él cree que simplemente dejé de luchar por romper la maldición.  Quizás es así, pero es muy difícil, ¿sabes? No importa si Eros te enterró una flecha o Afrodita ha metido su delicada mano.  El amor debe cultivarse día a día, o muere.  No es lo mismo que el cariño incondicional de una madre.

Asentí, sabiendo que tenía la razón.

—Yo quiero a Adrian, solo que todo ha sido muy extraño.  Estoy intentando hacer las cosas bien, ahora.

Ella me miró con ternura.  Me dio tristeza, pues esa era la auténtica mirada de una madre.

—Solo asegúrate de darle una oportunidad, ¿si? —pidió—. Es un buen chico, deja que te lo demuestre.

—Ya lo ha hecho —aseveré.

En ese momento la puerta se abrió y Adrián intentó abrirse paso, pese a los saltos que Wessen daba a su alrededor.

—Maldita babosa —gruñó.

Su madre se levantó y fue en rescate de las bolsas del supermercado, para llevárselas a la cocina.  Mientras, yo me acerqué para controlar a mi cachorra.

El deseo de AfroditaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum