Capítulo 65

6.9K 1.1K 726
                                    

La historia que cualquier testigo de la noche anterior te hubiera contado era que un loco conducía a exceso de velocidad, bajo los efectos del alcohol, y atropelló a un chico que pasaba a su mascota a esas horas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La historia que cualquier testigo de la noche anterior te hubiera contado era que un loco conducía a exceso de velocidad, bajo los efectos del alcohol, y atropelló a un chico que pasaba a su mascota a esas horas.

Todos, sin excepción, sin ninguna inconsistencia en su relato, como si hubieran sido adoctrinados para repetir lo mismo una y otra vez.

Yo sabía la verdad, y por supuesto que Adrián, y Lizzie también, aunque ninguno tenía deseos de hablar.  Por suerte, para eso teníamos a un animoso chico de cabello verde, que solo recordaba lo horrible que había sido ese accidente y lo mal que quedó el pobre de mi hermano. 

—¡Yo lo vi con mis propios ojos! —exclamó, en la sala de espera del hospital.  Estaba siendo entrevistado por un grupo de periodistas chismosos.

Era gracioso que tuviera tanta convicción en sus palabras.

Jena estaba con nosotros, pero procuraba estar más cerca de Peter, quien era más propenso a hablar.  

En cuanto Hades se fue, me vi en la obligación de llamar a papá para contarle que su hijo estaba siendo trasladado al hospital más cercano.

No fui capaz de decir el por qué ni el cómo.  Estaba muy ocupada lidiando con mi propio trauma, pero él no me presionó por más.  Simplemente apareció en la sala de espera tan rápido como le fue posible.

Tuvieron que ponerle puntos, no sé a qué doctor se le ocurrió que esas tres horribles e irregulares líneas eran a consecuencia del parachoques del vehículo, aunque yo no iba a ser quien cuestionara ese favorable diagnóstico.

Nadie se movió en toda la noche.  Papá se retiró al amanecer, para cambiarse de ropa y partir a la oficina.

Adrian se quedó conmigo, pese a que yo me mantuve abstraída por horas.

Ni siquiera me di cuenta del momento en que se nos permitió entrar.  Adrián solo se puso de pie y me guió hasta la habitación.

Elías estaba despierto.  Su torno se encontraba cubierto por una gruesa capa de vendas, y su expresión era exactamente la que tendría una persona que pudo haber sido arrollada por un auto, o aplastada por la enorme pata de un cerebro. 

—Hijo, ¿cómo te sientes? —preguntó Jena, acercarse y cariciando su nuca con gesto maternal.

—Estoy bien, mamá —respondió, su voz sonaba débil.  Cuando se giró a ver a Adrián, sus ojos también estaban cansados—. Oye, camarada, dicen que las cicatrices son sensuales, ¿qué me dices?

Rodé los ojos.

—Ya está bien —bufé.

—Así es. —Una repentina voz se oyó a mis espaldas.

Un hombre alto y de delantal blanco pasó por mi lado.  Tenía altura, complexión musculosa, y un porte aguerrido y varonil.  Me sentí muy culpable por pensar aquello mientras mi hermano estaba en la camilla, vendado, pero sinceramente me daban muchas ganas de enfermarme si él era quien iba a atenderme.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now