Capítulo 74 (Fin)

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—Te apuesto a que él tuvo un mal día en el trabajo —dije, señalando a un caballero, bebiendo un café con pesadumbre.

Mi compañera del café miró en la dirección que le indicaba y se encogió de hombros.

—Probablemente.

Extrañaba a Betzy, probablemente ella habría salido con alguna teoría loca. Podríamos estar horas pensando que la tienda estaba llena de viajeros en el tiempo u ovnis enmascarados al puro estilo de Hombres de Negro.

Pero ella ya no trabajaba más aquí, y la extrañaba.

Este también era mi último día, lo que me producía aún más nostalgia. Terminar sin ella, era como un final incompleto.

—¿Cuál es su nombre? —preguntó mi nueva colega.

—Adrian.

Me di la vuelta sorprendida, y parpadeé varias veces, para asegurarme que no era un sueño.

Mi compañera anotó el nombre en el vaso de café, y yo lo recibí mecánicamente. Su pedido no había variado, seguía gustándole el café amargo.

Aún así, cuando llegó a mi lado de la barra me detuve a ver su camiseta, era la misma que yo le había regalado para su cumpleaños.

—Los dioses se rinden ante mí. —Leí—. Lindo mensaje.

—Hay cosas que no se pueden ocultar —respondió, con fingido desinterés.

Sí, claro.

Sonreí, y sus labios también se curvaron levemente hacia arriba. En ese breve instante, todas mis preocupaciones se esfumaron, como si nunca hubieran existido. Miré las letras sobre el vaso, y por primera vez lo llamé por su nombre. Bajo otras circunstancias, este habría sido un nuevo comienzo.

Adrian abandonó la barra y mis ojos lo siguieron todo el camino. A mi lado, mi compañera carraspeó, para informarme que tenía un nuevo pedido que preparar.

—Creo que le gustas —comentó, con picardía—. Es guapo.

—Vaya que sí.

Adrian esperó a que mi turno acabara, y abandonamos el café.

Me quedé mirando la fachada, apoyada en mi carro. Hace algún tiempo que había dejado de conducir, por temor que los malestares volvieran a atacarme, en casa aún no lo sabían, pero esa noche debía decirles.

—Voy a dejarle mis libros de física a Betzy —comenté.

Adrian guardó silencio.

—Sé que le costará seguir adelante luego de la muerte de su hermano, pero quiero que tenga un buen futuro, que sepa que la apoyo, aún después de lo sucedido. —Proseguí—. Yo, estuve mucho tiempo estancada, y cuando por fin decidí continuar... —Me giré a verlo—. No quiero que te pase, no quiero que te quedes estancado.

—¿En qué momento dejó de tratarse de Betzy y comenzó a tratarse de mí? —preguntó.

En realidad, todo se trataba de él, pero un poco más sobre mí.

—Deberíamos llevar a Wessen a la playa, ahora que tendré algo más de tiempo libre. —Propuse.

—Confío en el plan de Liz —respondió.

Por alguna razón, parecía que ambos estábamos hablando de temas completamente distintos

—¿Crees que funcione? —Me moví a su sintonía.

—Ella es la única persona, además de mí, que, podría usar una camiseta como esta, con orgullo —expuso.

No conocía en detalle las aventuras de Liz, pero sabía que ella y Adrian tenían un largo historial, lidiando con dioses griegos y restableciendo la paz. Me habría gustado ser casi tan imbatible como ella, y haber tenido la oportunidad de ganar algún round, sin una letal trampa esperándome al final del camino.

Pensé en la flecha, y me pregunté si Adrian seguiría hablando con la misma confianza si supiera realmente cuál era el plan "A".

En cualquier caso, si quería tener alguna oportunidad, había llegado el momento de ponerlo en marcha.

Me despedí de Adrian en la puerta de mi casa y quedé de mantenerlo informado. Ese día tendría que darle la difícil noticia a mi padre, y no tenía ni la menor idea de cómo comenzar. Todavía me quedaban un par de horas antes de que regresara de la oficina, así que me encerré en mi cuarto en busca de iluminación.

Todavía tenía fuera de su cofre la última carta de mamá, y me pregunté si, ya que era poco probable que llegara a mi siguiente cumpleaños, era válido abrirla con antelación.

Jugué con el papel entre mis dedos un buen rato, hasta que finalmente, se rompió a causa del calor y el sudor de mis manos.

Tomar decisiones, sin duda, era mucho más cómodo cuando el universo te enviaba las señales que necesitabas.

Abrí la carta, pero me detuve tan pronto le eché el primer vistazo. Había algo extraño, las letras eran mucho más legibles que en las últimas que había leído, el trazo era firme, decidido, las palabras no se cortaban, como si hubiera olvidado la idea a mitad de camino.

Fui por el resto y comencé el análisis de grafología, entonces me di cuenta de un importante detalle, las fechas. Esta carta había sido escrita primero que todas las demás.

Seguramente, cuando notó que sus sentidos comenzaban a fallar, cambió el orden de las misivas, de modo que la primera, la única que escribió con total cordura, quedara al final.

Mis ojos se humedecieron, a medida que descendían por sus palabras, sintiendo que estaba redescubriendo a mi madre. Solamente había podido conocer a la mujer brillante que fue, a través de sus libros y publicaciones académicas, pero más allá de eso, en sus cartas, solo podía verla como una mujer desesperanzada, al borde de la muerte.

Pero en esta, la primera de todas, por fin la descubrí, como persona, y mucho más que eso. Nada como tener su propio testimonio de todo lo que tuvo que enfrentar durante su vida.

Y quizás, ella también merecía llevar con orgullo una camiseta que dijera que venció a los dioses, pues, tenía un Plan "C".

—Psique —murmuré.

La desaparecida esposa de Eros, que había recibido la inmortalidad como regalo.

Ciertamente, si hablábamos de antónimos, la inmortalidad era la antítesis del desahucio. 


El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now