Capítulo 21

8.3K 1.4K 239
                                    


Obviamente no podíamos quedarnos conversando tan cerca del metiche oído arácnido, pero ninguno de los dos tenía demasiados lugares en mente y acabamos conversando en una banca, en la calle, a pocos metros del edificio en que Liz vivía

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Obviamente no podíamos quedarnos conversando tan cerca del metiche oído arácnido, pero ninguno de los dos tenía demasiados lugares en mente y acabamos conversando en una banca, en la calle, a pocos metros del edificio en que Liz vivía.

Una vez ahí, le conté a grandes rasgos todo lo sucedido en los últimos días, cuidando de no mostrar muchas variaciones en la voz.

Por supuesto, la monotonía del relator no ayudaba de mucho cuando la historia era tan interesante. Liz se veía más asombrada con cada palabra que yo pronunciaba.

—No puede ser... Santo cielo... ¿Qué vamos a hacer? —preguntó, más bien para sí misma—. Afrodita me pidió que detuviera la lucha entre Eros y Anteros, cuando se entere que su hijo se volvió una estatua, se acabó el trato, y a ti se te ocurre pedirle ayuda al dios más inepto de todo el Olimpo. Dime, ¿cómo piensas solucionarlo?

—¿Es en serio? Anteros no se convirtió en piedra por mi culpa, y hasta donde sé, tampoco fui yo quien negoció el acuerdo con Afrodita.

—¿Me estas culpando?

Me encogí de hombros.

—Un poco.

Liz abrió la boca, ofendida.

—Hice lo mejor que pude y lo sabes,

—Sí, el problema es que ahora necesito una chica que esté dispuesta a besarle los pies a Afrodita, por mí.

—Pero ya escogiste a tu candidata —observó.

Guardé silencio y agaché la mirada. La primera vez que escuché las condiciones no le tomé el peso, pero en ese momento, por primera vez me imaginé la escena. Sybilla de rodillas frente a la diosa, mientras era humillada, y entonces comprendí que era lo que más me molestaba del acuerdo.

—En realidad no —admití—. Sé lo diabólica que es Afrodita, y no me gustaría que maltratara a alguien que estimo.

Liz sonrió.

—Eso es tierno —dijo.

—Pero no soluciona nada.

—Quizás... Sin embargo, todavía no sabemos cómo terminará esto.

—Sí sabemos: fracaso —respondí.

—Yo creo que hemos salido de peores, hasta el momento Afrodita no quiere matar a nadie.

—No tientes a la suerte.

Liz buscó mi mirada.

—¿Será esta mi oportunidad de devolverte todos esos favores? —inquirió.

—Nunca te cobre —repuse.

—Lo sé, pero Adrian, si vas a enfrentarte a Afrodita, no puedes ir solo, por más que Eros diga que va a ayudarte. De hecho, él es el menos indicado para darte consejos en este minuto.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now