Capítulo 51

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Elías fue un capullo durante toda la cena, me lanzó indirectas como nunca, buscó sacarme de mis casillas y hasta papá le tuvo que pedir que "dejara de molestar a su hermana" para que se quedara tranquilo

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Elías fue un capullo durante toda la cena, me lanzó indirectas como nunca, buscó sacarme de mis casillas y hasta papá le tuvo que pedir que "dejara de molestar a su hermana" para que se quedara tranquilo.

Entonces vino lo peor.

—Ya tengo mi traje para la fiesta de la facultad —anunció Elías.

—Estupendo, ¿quién más irá? —preguntó Jena.

Me congelé en mi sitio.

—Un par de amigos —contestó con sencillez—.  Max, Adrian... Sybilla.

Le pegué una patada por debajo de la mesa.

—¿Qué? —inquirió papá, repentinamente interesado.

—¿Todavía no les cuentas que...? —Se quedó callado al recibir una segunda patada.

—¿Qué cosa? —Insistió papá.

—Nada —mascullé.

—Un amigo la invitó —dijo Elias.  Volví a golpearlo—. ¡Basta! Vas a dejarme un moretón.

—Sybilla, ¿en serio irás a la fiesta de tu hermano? —preguntó papá.

—Sí —murmuré apesadumbrada.

—¿Y cómo se llama el chico? ¿Lo conozco? ¿Es compañero de tu hermano? ¿Qué edad tiene? ¿Cuánto tiempo llevan saliendo? —Lanzó todas las preguntas que se le vinieron a la mente.

Solo había una que no podía responder.  Intuía que Adrián y yo teníamos la misma edad, pero era tan reservado y nunca me había dado información esencial, como la fecha de su cumpleaños. ¿Envejecería a la misma velocidad que el resto de los mortales?  Nada de eso estaba escrito en los libros.

¡Sería horrible que yo me arrugara como pasa y él siguiera tan perfecto como siempre!

—Ha venido a casa, papá, así que lo conoces.  Nos conocemos desde hace un tiempo, pero formalizamos hoy —contesté.

Recibí una mirada coqueta de Elías, y le respondí con otra, cargada de odio.

—¿Y tiene nombre? —cuestionó papá.

—Adrián.

—¿El calladito? —Esta vez la sorprendida era Jena.

—¿Tú sabes quién es? —preguntó papá.

—Sí, claro, es amigo de Elías —explicó—.  Lo ha traído varias veces a casa.

Papá pasó sus ojos de su esposa, a su hijo, y luego a mí, en perspectiva.

—¿Acaso soy la única persona en esta casa que no tiene ni idea de quién es? —preguntó papá, indignado.

Los tres asentimos al mismo tiempo.  Por primera vez estábamos de acuerdo en algo.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now