Capítulo 29

6.5K 1.1K 120
                                    

Creía que sentirme fuera de lugar era una sensación normal, pero ese día comprobé que todo esté tiempo solo estuve exagerando

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Creía que sentirme fuera de lugar era una sensación normal, pero ese día comprobé que todo esté tiempo solo estuve exagerando.  Yo era una planta en un macetero, nada más, respiraba, me alimentaba, existía y la gente al pasar me miraba, podía detenerse, o solo seguir de largo.  No sobraba, pero tampoco era indispensable.

Descubrí que mi hermano no solo era un patán conmigo, sino que realmente disfrutaba del humor negro y molestar al resto.

Me di cuenta que podía reír y charlar con la gente, siempre que no me hicieran una pregunta demasiado directa y personal.  Yo era un personaje, y me mantenía como tal.

Me lancé al agua, sin pensar en mis incontrolables rizos.  La abandoné cuando el frío y la tarde me obligaron a hacerlo.

Nos acomodamos en la orilla, teníamos fruta, sandwiches y algunas bebidas.  No prestamos atención a la noche, que caía sobre nosotros y antes de darme cuenta, me encontré con un inconmensurable manto nocturno que se extendía sobre el océano, colmado de estrellas.

Una de las chicas presentes notó que me había abstraído de la realidad y me siguió a mi mundo.

—Es una lástima que no se puedan ver más estrellas así en la ciudad —comentó.

—Es por la contaminación lumínica —hablé, sin darme cuenta.

—¿Y eso qué es? —preguntó.

Cuando me percaté de todas las miradas que tenía puestas en mí, fue como caer de golpe a la realidad.

—Bueno... Básicamente es el exceso de luz —dije.  Sabía que ese era el momento en que debía morderme la lengua y callar, pero mi nerd interior se apoderó de mí y continuó—. Pero no es tan sencillo, es excederse en la iluminación en intensidades y momentos que no son necesarios.  Algunos dicen que el exceso de luz artificial produce daños en algunos sistemas en estado natural.  Es decir, ya ves, no permite ver las estrellas, lo que dificulta la astronomía, además influye en el tráfico marítimo y áreo, altera el reloj biológico de los humanos y animales y más encima, la producción de luz significa un gasto de energía, esta asociado a la producción de CO2, lo que conlleva un impacto medioambiental.

—Las empresas requieren consumir energía para poder realizar sus procesos —dijo Elias.  Por eso éramos hermanos, nuestros puntos de vista siempre eran contrarios.

—Y por eso, las ciudades con más industrias son aquellas en las que menos podemos ver las estrellas —repuse.

—Claro, es normal —dijo.

—No, no es normal —rebatí—.  Estamos perdiendo nuestra percepción del universo.

Elias suspiró.

—Pues ya veo por qué te llevas bien con mi hermana —repuso.

Quería golpearlo, en serio, pero si no podía, me conformaba con echarle salsa picante a su shampoo.

—Oye, si van a discutir usa un argumento real —intervino Max—.  Meter a tu hermana es muy infantil, incluso para ti.

Por eso me encantaba.

—Pero, si no hay luz, las calles son inseguras —dijo la chica.  Había olvidado su nombre, como consecuencia de mis escasas habilidades sociales.

Eso era una razón más válida.

Volví a levantar la vista, y recorrí la ruta de estrellas.

Quizá, los humanos eran el problema, por eso, las estrellas se escondían de nosotros.  Mientras más personas, más se ocultaban.

Pero también podía haber otra causa.

—Leí que habían maneras de solucionar el problema —expliqué—.  Al final creo que somos nosotros quienes colocamos la barrera.

Estuve hablando un tiempo más, sobre estrellas y luces, hasta que el tema perdió brillo. 

Recogimos nuestras cosas y nos marchamos.

Max me dejó en la misma parada donde me había recogido.

—¿En serio no prefieres que te deje en casa? —preguntó, preocupado.

—No, así está bien —dije.

—Es tarde —señaló.

—Hay contaminación lumínica —repuse, indicando las lámparas callejeras.

Max se rió.

Nuestros rostros comenzaron a acercarse lentamente.

—Voy a insistir —advirtió.

—Aquí está bien —repetí.

Y entonces, después de tanto tiempo mirando a escondidas, por fin pasé a la privilegiada lista de personas que besaron a su platónico.

No es que tuviera mucha experiencia, pero tampoco pertenecía al club de las Nunca-antes-besadas.

Cerré los ojos y me dejé llevar por el momento. Fue largo, apasionado, con un mensaje secreto que, en cuanto lo descubrí, me alejé.

Nos quedamos viendo unos instantes, antes de que le dijera adiós y me bajara apresuradamente del auto.

¡Santo cielo! Iba a tener mucho en que pensar esa noche.

Escuché a Max llamarme a mis espaldas, pero no volteé, no sabía qué decirle y, aunque parte de la farsa era fingir que quería darle un halo de misterio a mi personaje, omitiendo información, esta vez era distinto.

Prácticamente, su boca acababa de decirme que quería acostarse conmigo, y eso era una variante que debía pensar un poco más.

No estaba huyendo, o al menos, no quería verlo así.  A sus ojos quizás sólo estaba aplazando, o agregándole más emoción.

Para llegar a mi casa tenía que subir cinco calles y girar a la derecha, unas diez manzanas más, para recién pararme frente a la entrada de mi condominio.

Era un camino largo, en el que una podía re plantearse toda su vida.  Sobretodo, a esas horas, donde la contaminación lumínica te echaba en cara tus propios dichos.

Saqué el reloj de Afrodita y detuve el tiempo, para  volver a convertirme en la aburrida morena de siempre.  El vestido que Afrodita me había dado inmediatamente pareció encogerse.

No sabía si los guardias que vigilaban el perímetro me reconocerían como Sybilla, pero sin duda, era más fácil entrar siendo una residente real, a vagar como una intrusa en mitad de la noche.

Estaba viviendo el encanto de la Cenicienta.

Y mi malvado hermanastro me estaba viendo.

—¿Qué acabas de hacer? —preguntó, bajándose de su coche.

Me quedé sin habla al verlo.

—Tú... Tú. .. ¿no habías llegado ya? —musité.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now