Capítulo 64

6.5K 1.2K 606
                                    

El edificio de Liz no quedaba lejos, y menos si era Adrián quien conducía

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El edificio de Liz no quedaba lejos, y menos si era Adrián quien conducía.  Siempre había suponido que los dioses le habían brindado excelentes reflejos, o de lo contrario no me explicaba cómo nunca había sufrido un accidente.

Él prefería no confirmar ni negar.

Divisé a Hambre mucho antes de llegar.  No había rastro del tierno cachorro oscuro que conocí. Era gigante, probablemente los vecinos del tercer piso del edificio de Liz se encontrarían con su cabeza si por alguna razón poco inteligente se les ocurría asomarse por la ventana.

Estaba enojado, gruñía con furia, y llamaba demasiado la atención.

A la distancia, podía jurar que quería matar a alguien, pero no comprendí la gravedad del problema hasta que estuve frente a él y yo también perdí el control.

Wessen estaba en el suelo, retorciéndose de dolor.  Aún bajo la luz nocturna podía ver que lo que la cubría era su propia sangre.

El culpable se encontraba apenas a unos pasos de distancia, pagando las consecuencias.  Su auto se había estrellado contra un árbol, y ni la policía ni los médicos se atrevían a acercarse, por temor al enorme canino que amenazaba con comerse a quien diera el primer paso en su dirección.

—¡Wessen! —lloré.

Adrian me detuvo antes que diera ese paso que acabara por cortar la tensa paz que nos rodeaba.  Ni siquiera intenté soltarme.  Su brazo izquierdo me sostuvo mientras con su mano libre marcaba en su teléfono. 

—Liz, te necesito aquí abajo —dijo, y cortó.

Claro y conciso.

Estiré mis brazos en dirección a Wessen, como si así pudiera alcanzarla.  Mi visión comenzó a nublarse y por un breve instante creí que llovía, pero mis mejillas eran lo único que se humedecía. 

Todo lo que escuchaba eran los gemidos de mi cachorra.

—Estoy aquí, pequeña, estoy aquí —murmuraba en letanía.

De pronto mi visión se oscureció y me di cuenta que Adrián me había volteado para abrazarme, ocultando mi rostro detrás de su pecho, para distanciarme de la trágica escena. Acarició mi cabeza, para calmarme, pero todo lo que yo necesitaba era hacer lo mismo con Wessen.

—¡Un perro del demonio se está comiendo a mi mascota! —Era la voz de Elías.

Él sí que había corrido una considerable distancia, buscando a Wessen.

Me giré rápidamente, al tiempo que Adrián soltaba un garabato y se lanzaba tras mi hermano, que estaba a punto de atravesar la imaginaria línea de seguridad, que evitaba que Hambre atacara a cualquier ser humano cercano.

Fue una escena aterradora y asombrosa.  Elías se dio un tropezón cuando las cabezas del cerebro se concentraron en él.  Una de ellas se abalanzó sobre él, pero justo a tiempo Adrián llegó y le hizo un corte en su mejilla, con una espada que sacó de la nada.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now