Capítulo 36

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Sabrina tenía una cita con Max

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Sabrina tenía una cita con Max.

Habíamos llegado a un punto donde podía decirse que ya estábamos saliendo. Pasábamos buenos momentos, nos besábamos, íbamos al cine, escogíamos lugares interesantes para visitar. No podía quejarme, en realidad.

Ocasionalmente intentaba sobrepasarse, y esos eran los momentos que más me incomodaban, sobretodo después de lo que sucedió con Afrodita y Elias en mi casa.

A decir verdad, ahora comprendía por qué las estadísticas arrojaban que los peores accidentes ocurrían en nuestros hogares, a decir verdad, los peores acontecimientos habían tenido lugar ahí.

Y aquí venía el siguiente problema: él nunca intentaba sobrepasarse cuando le decía que no.

Un basta, era basta. Un suficiente, también. Si le decía que no se acercara a mi casa, lo aceptaba y si le decía que no quería dar más información o tocar ciertos temas, lo asumía.

Quizás era demasiado sumiso, y aunque en un primer momento creí que le agradaba mantener el misterio, luego comprendí que solo me estaba dando mi espacio, o de lo contrario, también habría intentado forzar otras situaciones que me habrían resultado, definitivamente incómodas.

Ese día nos sentamos en un pequeño bar junto a la playa, pedimos una pizza para compartir y un juego para cada uno. Desde donde estaba no solo podía ver las olas recogerse en la orilla, sino que también podía escuchar su característico sonido.

Era bastante lindo, lo que me llevó a sentir una nueva emoción: culpa.

Mientras esperabamos nuestro pedido, Max rebuscó en su mochila su cuaderno, lo abrió en la última página y me lo enseñó.

—Mira esto, usé el tema de la contaminación lumínica para mi proyecto —comentó con orgullo.

Era el bosquejo de un edificio. 

Pasé las hojas con cuidado, apreciando el hermoso diseño de las construcciones de una manzana entera, dispuestas de tal manera que pudiera aprovecharse al máximo la iluminación natural, concentrando el flujo de la luz en la parte inferior de los edificios, y dirigiéndola para potenciar su eficiencia, con espacios abiertos para que entrarán los rayos de sol de día y conductores para dirigirla y volver más eficiente el uso artificial durante la noche.

—Todavía me quedan resolver algunos detalles, la circunvalación, la interración entre la luz y el calor y la calefacción, entre otros.  Hay mucho que tener en cuenta, y hay varios conceptos que no manejo del todo —explicó.

—Es asombroso —dije, sin poder contener la emoción.

Max guardó silencio, y cuando salí de mi ensoñación, me di cuenta que él se había quedado admirando mi expresión.

—¿Te gustaría ayudarme? —preguntó.

—¿Qué? —inquirí.

—Que si quieres trabajar conmigo, en esto. —Señaló su cuaderno—.  Hay demasiadas cosas que no manejo, de hecho, ni siquiera sabía lo que era la contaminación lumínica hasta que la mencionaste.  Necesito que me ayudes.

Parpadeé tan confundida, que incluso le di tiempo para que se largara a reír y me dijera que era una broma, pero no lo hizo.

Volví a fijar mi vista en sus anotaciones.  El proyecto era como un sueño hecho realidad, el tipo de cosas en las que en serio disfrutaría trabajar, ¿qué mejor que lograr el bien común haciendo lo que te gusta?

Por supuesto que mi  primer impulso era gritar que sí.

Lo pensé, de verdad, y me di cuenta de cuánto estaba avanzando mi mentira. 

Mi cabeza no dejó de darle vueltas, ni siquiera al llegar a casa.  Probablemente tenía la incógnita escrita en el rostro, ya que Elías lo notó apenas me vio.

—¿Qué hiciste? —preguntó.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué insinúas? —inquirí.

—Yo, nada.  Tu cara, muchas cosas.  Además, sé que Máx se encontró con Sabrina.

No tenía sentido ocultarle algo que de todos modos iba a descubrir, y luego, me iba a acosar hasta escuchar mi versión.

—Bien, Max hizo un proyecto de ciudad para su clase, la idea es crear un modelo que disminuya la contaminación lumínica, a partir de los avances científicos conocidos, y le ha pedido ayuda a Sabrina —expliqué.

—No me digas que aceptaste —dijo.

—Pues sí —afirmé.

—¿Por qué lo hiciste? —interrogó, sin ocultar su enojo.

—Porque quise, es una idea fantástica —contesté, a la defensiva.

—¡No! —exclamó—. Es decir...

—¿Qué? —Lo interrumpí—. Te dije que iba a completar mi parte del trato, no tienes por qué andar controlando todo lo demás. 

—No es eso, Syb.  Escuchame un poco, sé que suena fabuloso para ti, pero dime, qué va a pasar cuando toda esta mentira se salga de control.

—No se saldrá de control. —Me defendí.

—¿Por qué estas tan segura?

—Porque... No puede. —Porque Afrodita prometió que iba a quedarme con el cuerpo que yo quisiera, cuando cumpliera mi parte.

—Tú más que nadie deberías ser consciente de que siempre existe un margen de error.  Yo me di cuenta.

—Tu no vales.

—Claro que sí, te descubrí y pude haberte expuesto, pero en lugar de eso, preferí  chantajearte.

—¿Y eso qué? De todos modos nadie iba a creerte.

—Aún así fuiste lo suficientemente ingenua para aceptar mi trato.

Guardé silencio, sus palabras dolieron, sobretodo porque por un momento me imaginé a Afrodita pronunciándolas.

—¿Cuánto tiempo crees que te tome cumplir tu parte del trato? A este paso, tendrás que escoger entre una de tus dos vidas, no podrás seguirle el ritmo a ambas —añade, mientras sigo perturbada.

—Mi parte del trato no es tan complicada —reclamé—.  No sabes nada.

—No, Syb.  Lo sé todo, no eres la única a la que se le aparecen los dioses griegos en su cuarto.

Mis ojos se abrieron inmediatamente.

—¿Qué? —pregunté, incrédula.

—Que ya no necesito chantajearte.  Otro dios se me presentó, y me ofreció su ayuda, y quizás es el único en todo el Olimpo que podría resolver mi problema, así que Syb, ya no necesitas seguir con esto.  Olvídalo.

Parpadeé perpleja.

—¿Cuál fue? —interrogué.

—Eros.

.
.

Me estoy muriendo de sueño, así que lo dejaré hasta aquí uwu

Solo por curiosidad, ¿cuál creen que sea el trato entre Eros y Elías?

Solo por curiosidad, ¿cuál creen que sea el trato entre Eros y Elías?

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El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now