Capítulo 46

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Curiosamente, mi teléfono no estaba lleno de mensajes y llamados de Elías, por lo que cuando llegué a casa, curiosamente, me acerqué a su cuarto para cerciorarme que estuviera bien

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Curiosamente, mi teléfono no estaba lleno de mensajes y llamados de Elías, por lo que cuando llegué a casa, curiosamente, me acerqué a su cuarto para cerciorarme que estuviera bien.

—¿Cómo te fue en tu cita? —preguntó al verme llegar.

Dejé escapar un suspiro, que lo dijo todo.

—No llamaste —contesté.

—Eros me pidió que no lo hiciera, al parecer tenías una sorpresa en casa de un desconocido —explicó—. ¿Cómo se llama el cuñado?

Moví la cabeza en negación.

—Todo va mal, Elias.  Estoy jodida.

—¿Voy por unas galletitas a la cocina para que me cuentes que pasó? —propuso.

—No quiero tu lástima.

—No es eso.  Oye, estoy intentando ser mejor persona. —Se defendió.

Bajé la mirada y finalmente asentí.

Elías me tomó por los hombros y me dejó sentarme en su cama, mientras él iba en un rápido viaje a la cocina.

Regresó con una bandeja llena de té y galletas, la puso en su mesa de noche, y se sentó con las piernas cruzadas en el suelo.

—He estado haciendo muchas cosas mal —confesé.

—No eres la única. —Se encogió de hombros y mordió una galleta—.  He estado pensando, y realmente creo que tenías razón, he sido una mierda contigo, y quizás me merezco que hayas hecho un trato con una diosa loca para vengarte, no sé cómo le hiciste para dar tan bien en el clavo, justo donde iba a dolerme.  Tampoco me sorprende del todo, ya que siempre has sido la lista de la familia.  Aún así, lo de la iguana no me lo merecía, en absoluto.

Sonreí.

—Ten cuidado que podría estar escuchándote —advertí.

—Lo sé, pero me estoy sincerando, es un momento sagrado.

Mordí una galleta.

—Vale, continúa.

—Lamento que te salpicara el enojo de mi mamá, más de la cuenta.  Recuerdo que cuando llegaste a casa yo estaba feliz por tener una hermana desaparecida a quien conocer, pensaba que podía enseñarte muchas cosas y quería que me admiraras, pero, por el contrario, eras muy independiente y superabas todo lo que yo hacía.  Me sentía humillado.

—Cuando yo llegué estaba confundida y triste, me sentía sola, buscaba cariño, pero papá no sabía dármelo y tu madre me rechazaba.  Solo podía encerrarme en mi cuarto y hacer cosas... Leer, hacer mi tarea.

—Eras muy buena niña.

—No me arrepiento de nada.

Elías hizo una pausa.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now