Capítulo 19

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—¿Qué se supone que hacemos aquí? —pregunté

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—¿Qué se supone que hacemos aquí? —pregunté.

—Tú siempre vienes —dijo Eros.

—Sí, pero jamás entraría contigo —reclamé.

De pronto, el café "El Oráculo", en el cual trabajaba Sybilla, me parecía el lugar más peligroso del mundo.

—Te dejé toda una tarde a solas con ella y no fuiste capaz de concretar una cita —alegó.

—¿Y eso qué? La veo todos los días —repuse.

Eros rodó los ojos.

—No es lo mismo.

—¿Y qué pretendes?

—Conseguirte una cita, a cualquier costo.

Lo miré con desconfianza.

—Pensándolo bien, estoy mejor sin tu ayuda —dije, con recelo.

Di media vuelta, con intenciones de alejarme y volver sin Eros, pero él ni siquiera me dejó dar más de dos pasos, antes de empujarme dentro de la cafetería.

La cajera, Betzy, nos recibió sin poder disimular la curiosidad que le producía verme llegar acompañado.

Sybilla me entregó mi café de siempre, llamándome por la agrupación musical de turno, y luego entregó el cappuccino de Eros.

Nos acomodamos en una mesa disponible. Evité devolver la mirada a cualquiera de las dos vendedoras, aunque podía sentir ese par de ojos pegado a mi espalda.

—No entiendo tu plan, ni tu bigote —refunfuñé.

—Que no te distraiga —dijo, acariciando su bello facial—. Tienes que invitar a la chica a salir.

—Estás apurando mucho las cosas —expresé.

—Adrian. —El rostro de Eros adquirió una seriedad impensada—. Por lo general la mayoría de las parejas tiene la posibilidad de conocerse, interactuar un poco e ir tanteando el terreno.  ¡Hay gente que tarda años en confesar sus sentimientos! Sin embargo tú no tienes ese tiempo, así que solo nos queda arriesgarnos.  Si crees que podría ser la indicada, la que suplique a mi madre que te libere de tu maldición, tenemos que intentarlo.  Si no funciona, tenemos que lanzarnos de cabeza a un plan B, C... Cuantos necesitemos y podamos realizar.  Es todo lo que nos queda.

Lamentablemente, tenía que darle la razón.

—¿Qué propones? —inquirí.

Eros se encogió de hombros, sonrió juguetonamente y se bebió su café de un solo sorbo, antes de ponerse de pie y acercarse a la barra.

Desde mi asiento, pude escuchar lo que me decía a Sybilla.

—¿Qué me dirías si te cuento que el chico que está ahí muere por invitarte un café? —preguntó.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now