Capítulo 69

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Mi amiga secreta era Medusa, y no se me ocurría mejor regalo que los lentes para que pudiera unirsenos en el campo

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Mi amiga secreta era Medusa, y no se me ocurría mejor regalo que los lentes para que pudiera unirsenos en el campo. Era obvio que no podría presentarse así nada más frente a su madre, pero la primera noche haríamos un campamento, para tener una excusa de salir de casa y hacer el intercambio como corresponde. Eso, ya que al día siguiente tendríamos que trabajar, y estaríamos tan cansados que solo íbamos a querer dormir en camas.

No obstante, la fragua de Adrian me agotaba, por lo que solo podía trabajar por períodos cortos.

Él se había ofrecido a terminarlos por mí, pero me reusaba a que acabara el regalo sin mí, pese a que noté que, curiosamente, cada día que pasaba, los lentes se veían un poco más avanzados de cómo los había dejado.

Había otra cosa que me distraía mucho dentro del taller y que retrasaba todo mi avanza, y era ver a Adrian trabajando en esas altas temperaturas como si no fuera más que un poco de calor. Se veía increíblemente sexy con la ropa pegándose a su torso por el sudor y su rostro serio y concentrado.

Me volvía más una espectadora que una colaboradora.

Pero finalmente logramos terminarlo.

El diseño también era original, ya que en el armazón dibujamos un diseño de escamas de serpientes, para darle un toque más personalizado.

Los guardé en una bolsa de regalo y los llevé a mi casa. Elías intentó husmear, pero no se lo permití. No podía evitar que recordara todo lo sucedido, pero no iba a dejar que volviera a inmiscuirse en asuntos del Olimpo.

Adrian me acompañó a ver a mi abuela el día de navidad, le llevaba nuevas fotos, de navidades pasadas, suponiendo que aquello iba a refrescar su memoria.

Tomamos desayuno en su casa, antes de partir. Ahí hicimos nuestro intercambio de regalos.

—Este es el regalo funcional —advertí.

Él lo abrió, y encontró sus guantes de cuero, para conducir su motocicleta.

—Mis manos no se dañan ni siquiera con la fragua —dijo, aunque a juzgar por su expresión, había acertado—. Aún así, completan el out-fit.

Mi regalo no era tan funcional, pero sí era hermoso: una delicada caja de música, tenía un estilo anticuado, de aquellas que tienes que darle cuerda y se abren. En mi caso, reveló a una pareja bailando salsa, al ritmo de Celia.

—Muy gracioso —reí, divertida.

Sus invenciones siempre lograban sorprenderme.

Ese día no habrían clases de baile, pero aún así, íbamos vestidos como si así fuera.

Mi abuela nos esperaba en la recepción, rondando el árbol de navidad. Parecía aturdida.

—Sabrina, ¿por qué no has traído a mi nieta? —preguntó, molesta.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now