Capítulo 9

8.9K 1.4K 229
                                    

Una serie de dudas me asaltaron mientras conducía, eran tantas y algunas incluso de contradecían entre sí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Una serie de dudas me asaltaron mientras conducía, eran tantas y algunas incluso de contradecían entre sí. Por ejemplo, no me sentía culpable de haberle dado a Wesen la computadora de mi hermano, y en cierto modo tampoco me importaba mucho haber suplantado su identidad. Apenas quedarían un par de pruebas capaces de vincularme con el delito, pero nada concluyente. No era mi rostro, no era mi pelo, ni era yo misma.

En cierto modo, me culpaba de estar suplantándome, aunque también sabía que seguía siendo yo, en estricto rigor.

Todavía no estaba segura de haber hecho lo correcto, y en el fondo pensaba que esto podía ser el comienzo de una seguidilla de errores. Pero a la vez me justificaba, convenciéndome de que una noche no me haría daño.

—Sí, claro, me dicen la Cenicienta —bufé, mientras conducía.

Llegué al punto de encuentro y mi primer impulso fue salir corriendo. Por supuesto, ya era tarde para eso.

—Vamos, Syb, escondiste el computador de tu hermano en la casa del perro por estar aquí —Me dije.

Revisé mi aspecto en el espejo retrovisor, y por primera vez lamenté no saber maquillarme y usar chalecos de abuela. Definitivamente, mi estilo no combinaba con mi cara.

Afrodita me había dado un cuerpo y un rostro hermosos, y yo estaba ahí sin saber sacarle partido.

Golpeé mi frente contra el volante, si iba a seguir con esto necesitaba cambiar mi aspecto.

Tomé aire preguntándome cuántas veces se puede fracasar en un mismo día. Por supuesto que fue una pregunta bien literal. Rápidamente mi cerebro sacó la cuenta que si de veinticuatro horas, ocho se dedican al sueño, quedan dieciséis, la creatividad humana permitía cometer un error cada hora, quizás más, uno cada media hora podría ser. Sin embargo hay algunos que se producen en seguidilla, como enviar un mensaje equivocado y al borrarlo, en vez de apretar la opción "borrar para todos", lo elimino solo para mí. Pero una equivocación no es un fracaso, sino que puede llevar a una seguidilla de consecuencias que desencadenen la fatalidad, así que, podía hacer un estimado de un fiasco grande cada hora y pequeños deslices capaces de desarrollarse con una diferencia milimétrica de segundos, lo que en una escala de dieciséis horas daba el mismo número de derrotas magnánimas y una cifra infinita de yerros.

Esperen, ¿se puede equivocar uno dormida? Porque entonces la cifra aumenta, como cuando los niños mojan la cama o accidentalmente dices el nombre del chico que te gusta en sueños y alguien te escucha.

Maldito subconsciente, arruinaste mi cálculo.

Estaba debatiéndome entre lo estúpido que sería sacar la calculadora del móvil y la necesidad de sacar cuentas para tranquilizarme, cuando alguien más hablo a mi lado.

—Te ves horrible. —Miré el asiento del copiloto y descubrí a Afrodita, viéndome con reprobación—. ¿Para qué te doy el cuerpo perfecto si no lo luces?

El deseo de AfroditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora