Capítulo 44

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Trabajé con Max casi toda la semana en el proyecto de Ciudad sustentable, era uno de mis momentos favoritos de la semana

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Trabajé con Max casi toda la semana en el proyecto de Ciudad sustentable, era uno de mis momentos favoritos de la semana.  Me llenaba el alma investigar, explorar, hacer teorías y comprobarlas.

Cada día me sentía un poco más viva y parecía increíble que todo eso se debiera a una flecha, que todavía no sabía de dónde había salido.

Tenía tanto en que pensar, pero a la vez, no quería hacerlo.  Estaba evadiéndolo, pero con cada día que pasaba me sentía más hundida en el barro.  Me estaba metiendo en un callejón sin salida.  Un feliz callejón sin salida.

Quería acabar con todo, pero estaba metida hasta el fondo.  Tenía el trato con Afrodita aprisionando mis manos, las cartas de mi madre pesando sobre mis hombros y todo el enredo de Elías, Max y Eros minando el camino.

¿Cómo podía, simplemente, reiniciarlo todo?

De paso tenía mucho que estudiar. ¿Acaso los exámenes no podían presentarse en peor momento?

—Te noto distraída —dijo Artemisa, tomando mis notas y comenzando a revisar hoja por hoja—.  No olvides que debes entregarme tu informe.

—Eres severa, pero justa —suspiré.

—No, soy cruel, pero sé recompensar.

No iba a desmentirla.

Por eso, entregué mi informe tres días antes que finalizara el plazo y dos semanas después, cuando la aplicación de la universidad me notificó de la última calificación que faltaba, pude sentarme y respirar tranquila, sabiendo que seguía siendo una estudiante sobresaliente.

De alguna forma me las había apañado para mantener mi vida estudiantil en calma, pese a que todo lo demás se encontraba en completo caos.

Quizás en eso me parecía más a papá. 

Tomé la caja que contenía las cartas de mi madre y volví a leerlas todas.

La misma advertencia, una y otra vez.

Y yo tan bien que la había pasado por alto.

En cada carta parecía perder más la cordura, y tan sólo me quedaba la última. ¿Qué iba a descubrir dentro de los pocos meses que quedaban?  Moría por abrirla. 

¿Era normal tener tantas ganas de retroceder el tiempo algunos días y otros, solo querer adelantarlo?

Pero también me daba miedo.  No quería decepcionarme, pues albergaba esperanzas... Pero tampoco podía engañarme tanto.  Tal vez sólo encontraría el punto culmine de su locura, una mujer alucinando, mientras intentaba despedirse de su hija.

Lloré, como hace tiempo no lo hacía. 

Al parecer, perder la flecha tenía efectos secundarios tanto positivos como negativos.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now