Apolo no tenía horas disponibles para consulta, y encima, estaba registrado como ginecologo en el hospital. Así que no solo necesitaba interceptarlo, sino que también se cambiara la especialidad.
—¿Cómo es que atendió a Elías en urgencias? —Me pregunté.
—No es que no pueda —repuso Adrian.
Me crucé de brazos frente al mostrador. Tenía que regresar a casa para la cena y necesitaba hablar con Apolo antes de eso, pues no lo iba a invitar a cenar con nosotros.
—Si lo insulto, ¿llegará? —pregunté.
Adrian se encogió de hombros.
—A mí se me aparecen en casa sin que los llame, solo sé que Liz y Fran suelen invocarlos en el baño —explicó.
No podíamos entrar los dos al mismo baño, así que me encerré en uno para invocar al dios de la medicina y las plagas.
—¡Hey, Apolo! Necesito que me ayudes, ahora —exigí.
No sentí que nada mágico sucediera.
Volví a llamarlo.
Seguía igual de sola.
Entonces decidí llamar a alguien que supuse que sí podría contestar.
—Fran, ¿cómo invoco a Apolo? —inquirí.
—¿A Apolo? ¿En serio? ¿En navidad? —preguntó.
—Yo necesito hablar con él y resulta que tiene su agenda llena —expliqué.
—¿En serio? —preguntó incrédula—. Quién lo diría, es popular.
—Ayuda —supliqué.
—Bien, tienes que encontrar un lugar donde nadie pueda verte, como el baño.
—Aquí estoy —respondí.
—Bien, ahora llámalo —ordenó.
—Ya lo hice, pero no pasa nada.
—Si le mandas una invitación con corazones y caricaturas obviamente no va a ir —replicó—. ¡Tienes que hacerlo venir a recuperar su honor! ¡Anda, ya! ¡Escúpele en la cara!
—¡Apolo! ¡Ven aquí, médico negligente! —grité.
—¿Médico negligente? —repitió Fran—. ¿En serio eso es lo mejor que se te ocurre? Por eso, yo ni siquiera me levanto.
—¡Apolo, múevete, flojo!
—¡Pero qué sueño! —suspiró Fran—. ¡Vamos! Con rabia, te está ignorando, ¡enójate!
—¡Escúchame bien, rayito de sol! ¡Dame mi consulta ahora o usaré tu fea lira para romperte el cráneo! —amenacé.
—¡Ese es el espíritu! —exclamó Fran.
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El deseo de Afrodita
Teen Fiction«Dos almas condenadas, a no amar ni ser, deben conocerse para romper su maldición». Desde niña Sybilla ha sabido de la existencia de los dioses griegos. ¿Cómo? Su madre hizo un trato con uno, el más temido, Hades, señor del Inframundo, cuando ella...