Capítulo 60

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Cuando la locura acabó, salí junto a Adrián al jardín donde hace pocos minutos habíamos visto a Afrodita desaparecer indignada

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Cuando la locura acabó, salí junto a Adrián al jardín donde hace pocos minutos habíamos visto a Afrodita desaparecer indignada.

Antes de salir, Fran me persiguió para entregarme las zapatilla converse que tenía escondidas entre la indumentarias.  Me las entregó como si fuera la parte más importante de mi atuendo, y con la misma sonrisa emocionada, recibió los tacones.  Ese era su gran plan.  En realidad no era tan difícil de adivinar si hubiera sabido que ellos iban a ser el personal.

El paseo fue más agradable que el anterior, ya no tenía una verdad quemándome la garganta y mis zapatos no se enterraban en el pasto.  Desde afuera, podía escucharse la música de la fiesta que se estaba llevando adentro, pero nosotros bailabamos a destiempo, repitiendo las lecciones del asilo.  No había ninguna nueva enseñanza, solo poníamos en práctica lo aprendido, para mejorar su ejecución.

—Lo siento —insistí.

—Ya dijiste eso —dijo Adrian.

—¿Podrías perdonarme? —inquirí.

—¿Hay otra cosa de la que deba enterarme?

—No —agaché la mirada—.  No tengo nada más.

—Entonces deja de darle vueltas.  No puedo perdonarte dos veces veces por lo mismo —dijo.

¿Por qué sonaba tan comprensivo si hace unas horas parecía capaz de meter a media fiesta dentro de su fragua?

—Sé que debí haberlo dicho antes, y de verdad lo intenté, pero no me atrevía, porque no sabía cómo hacerlo.

Adrian dejó de bailar, sin abandonar su postura.

—Syb, quiero concentrarme en que Afrodita se fue, todo está bien, y estamos bailando bajo las estrellas —dijo Adrian—.  No quiero pensar en que estuviste viéndote con otro chico, ni que Eros es un pésimo DJ, que por cierto, aún no pone la canción que le pedí y...

Los reclamos de Adrián fueron acallados por la alegre voz de Celia.

Su rostro se ensombreció.

—Voy a matarlo. —Era una amenaza real.

—Es un buen tema —admití.

—Y lo arruinó —reclamó.

—Creí que estabas acostumbrado.

Ahora yo era la optimista y Adrián, bueno, en realidad había vuelto a su estado natural.

—¡Hey! ¿Puedes ponerla desde el inicio? —preguntó al aire.

Se escuchó una mezcla de sonido, de rebobinar y la canción volvió a comenzar.

Comencé a marcar el paso, y Adrián se acopló a cada movimiento.  Ese era uno de los secretos de por qué las instructoras siempre obligábamos a los alumnos a cambiar de pareja.  Memorizar los pasos de una pareja, también implicaba memorizar sus errores e internalizarlos como suyos.

El deseo de AfroditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora