Capítulo 13

7.5K 1.5K 73
                                    


Regresé a casa sintiéndome la chica más estúpida sobre la tierra

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Regresé a casa sintiéndome la chica más estúpida sobre la tierra.

Básicamente había repetido mi vida con Max, incrementando las posibilidades de ser descubierta. ¿Qué otra chica estudiante de astronomía, sin madre, viviendo con su hermanastro des-neuronado existen?

Sin embargo, cuando aparqué el coche y vi mi reflejo por el retrovisor, me di cuenta que en realidad, era imposible que alguien me descubriera. Sabrina era demasiado distinta a Sybilla, incluso en mi papel intentaba mostrar una imagen mucho más segura y decidida, quería parecer interesante, no la nerd aburrida. Al vernos, lo máximo que podía aspirar un buen observador, era reconocer que teníamos pasados muy similares, nada más.

Desactivé el reloj y me cambié el vestido corto por un sweater y unos pantalones de mezclilla, mi sensual look se convirtió en el de una chica sin gracia.

Y por supuesto, dejé el auto en el garaje y tomé la locomoción colectiva para llegar al trabajo.

Después de que Max saliera dos veces más con Sabrina, por fin decidió hablar de ella en casa, entiéndase mi casa, donde salía pasar la mayor parte del tiempo.

—Sybbie, ¿conoces a una chica en tu facultad llamada Sabrina? —inquirió.

—Yo... Ah... —¿Cuál era la mejor respuesta?—. Sí.

—Oh dios, no me digas que conoces a Miss Estrellita —alegó mi hermano.

En ese momento pude haberle explicado que no se me había ocurrido nada mejor, y ante la dudas, había preferido agarrarme a un dato conocido y fácil de recordar.

Pero no, no iba a hacerlo, en su lugar preferí hundirme aún más dentro de mi mentira, solo por el placer de llevarle la contraria.

—Somos muy amigas, de hecho —contesté—. ¿Y por qué Miss Estrellita?

—Porque sí.

—Porque estudia astronomía —repuso Max.

Por supuesto, mi alter ego es Miss Estrellita, yo soy la Cara de Rata y mi mascota se llama Wessy. ¿Estamos todos de acuerdo con que mi hermano es pésimo poniendo motes? ¿Sí? Perfecto.

—No sé si ese apodo le agrade —comenté.

—Y a mí qué —replicó mi hermano.

—Ni siquiera la conoces, podrías invitarla un día —propuso Max.

—¿A mi casa? —inquirió Elias, espantado.

—Sí, no decías el otro día que harías una fiesta cuando por fin entregaramos el trabajo de los fideos —le recordó su amigo—. Sybbie podría decirle.

—¿Y por qué no le dices tú? —preguntó Elias.

—Así parecerá un accidente y no luciré tan desesperado por ella.

Cada palabra acrecentaba mi orgullo propio.

—¿Qué te asusta? —cuestionó mi hermano.

Sentí que había algo más en esa pregunta, como si me hubiera perdido de una parte de la conversación, pero estaba tan embelesada por el sabor del éxito que ni siquiera intenté averiguarlo.

—Nada, solo no dejaré que crea que me tiene en la palma de su mano. La experiencia me dice que esa idea pone demasiado engreídas a las mujeres —repuso Max, con mucha calma.

—No soy engreída —me defendí.

—Ya, pero no estamos hablando de ti, Syb —me contestó.

—Ah...

Me quedé sin palabras. Por suerte, él mismo se encargó de salvar la situación.

—¿Sabrina te ha hablado sobre un chico que conoció en El Olimpo? —interrogó.

Nuevamente, me encontré en una encrucijada donde ninguna respuesta era la correcta.

—No... —dije, con dudas. E inmediatamente vi la decepción en su rostro. Había escogido la opción equivocada—. Espera, creo que sí lo mencionó. Es que no presto demasiada atención a esos temas.

—Como amiga debes ser bastante aburrida —comentó Elias, ganándose una mirada de desaprobación de ambos—. Aunque quizás como confidente puedes ser confiable, si la noticia no tiene algo que ver con agujeros negros o asteroides no te imagino contándoselo a nadie.

—Como amigo tampoco estas ayudando mucho —Lo reprendió Max.

—¡Já! Ahí tienes —repuse, haciendo alarde de mi victoria.

—Tú tampoco estás siendo muy honesto —acusó Max.

La discusión se vio interrumpida por Adrian, quien dejó escapar un fuerte suspiro.

—¿Saben qué? Como compañeros de trabajo los dos están siendo mediocres —afirmó.

El tiempo es relativo, y ese segundo que transcurrió desde que Adrian habló, hasta que el siguiente interlocutor cumplió con su función en el proceso comunicativo, se me hizo eterno. Creí que su comentario iba a causar una fuerte pelea. Todos mis músculos se tensaron, preparándose para el griterío, pero para mi sorpresa, Elias sonrió.

—Adrian, no sé cómo lo haces para siempre tener la razón. Eres peor que mi madre —dijo, riendo.

En realidad, no había nadie peor que su madre, aunque de seguro lo estábamos viendo desde distintas perspectivas.

—Te chiflaste —replicó Adrian, sin hacer ni una sola mueca en su rostro, así como quien dice que el cielo es azul.

—Es cierto, porque haré la dichosa fiesta —decretó. 

.

.

.

¿Qué creen que pase en la dichosa fiesta?

Con 135 votos subo el capítulo 14.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now