Capítulo 58

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—¿Qué se van a servir de entrada? —preguntó Liz

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—¿Qué se van a servir de entrada? —preguntó Liz.

Yo pedí el plato con quinoa, al igual que Hedoné alias Sabrina.  Mi hermano y Max tomaron la opción de brochetas con salsa.

Adrian, fue tan claro como siempre.

—La que sea —gruñó.

Liz hizo una mueca.

—De acuerdo, te traeré lo mismo que a Syb —dijo.  En el fondo no parecía tan sorprendida por la reacción de Adrián, como decepcionada.

Elías hablaba un montón, tenía sus neuronas bañadas en alcohol y no podía creer que me estuviera haciendo esto en el momento más crucial de mi vida.

Por el contrario, Adrián no decía nada, en absoluto, su expresión era inalterable salvo por el movimiento de su mandíbula al masticar y las furtivas miradas que le lanzaba a Sabrina.  Eran de desconfianza.

Cuando entregaron los premios a elección del curso, Elías se ganó el reconocimiento por siempre prestar su casa para las fiestas.  Se levantó dando traspiés y anunció que seguiría esforzándose en hacer su hogar más confortable para todos.

Tomó una copa e hizo un brindis al aire.

Esperaba que me incluyera en esa declaración, pues cada encuentro de su clase me resultaba más perturbador e incómodo, sin mencionar, que después de que una pareja entró a saciar sus necesidades en mi cuarto, tuve que aprender a dejarlo con llave.

Obvio que también quemé las sábanas.

—Mira como ese chico valora a sus visitas —murmuró Fran, asomando su cabeza entre mi hombro y el de Adrián, aunque por supuesto que le estaba hablando a él.

No obtuvo ninguna respuesta, pero tampoco pareció importarle mucho.

—Iré al baño —avisé, poniéndome de pie.

Agradecí encontrarlo vacío. 

Cerré la puerta detrás de mi, apoyé mis manos en el lavabo y me miré fijamente al espejo, influyéndome una confianza que se apagó al instante.

Hedoné entró poco después.

—Tranquila, lo harás bien, solo debes esperar a que estén lo suficientemente borrachos para no notar que una diosa griega se aparece en el mirador —expuso—.  De hecho, tu hermano ya puso manos a la obra.

Tomé aire y me giré a verla.

—Él va a odiarme —dije.

—Déjale esa decisión a él y empieza a preocuparte por las que tú debes tomar —replicó, antes de salir del baño.

Dura, sin anestesia y directo a la médula.

Podía ser bueno.

Cuando regresé, distinguí a Eros en la mesa de sonido, haciendo de DJ.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now