Capítulo 56

6.9K 1.2K 566
                                    

Tal y como era de esperarse, Hedoné convirtió mi cuarto en un auténtico centro de belleza, habían estanterías especialmente dedicadas a guardar maquillaje, con compartimentos a la medida, para cada uno

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Tal y como era de esperarse, Hedoné convirtió mi cuarto en un auténtico centro de belleza, habían estanterías especialmente dedicadas a guardar maquillaje, con compartimentos a la medida, para cada uno.

También tenía espejos de varios tamaños, con focos encendidos en los marcos, para que la luz me llegara de frente. Los asientos eran confortables, había repisa para los esmaltes de uñas y todo tipo de herramientas que desconocía, me hicieron pensar en un quirófano.

Fran roció sobre mi rostro un spray para ayudar a que el maquillaje no se corriera. No tenía ni idea cuántas capas tenía puestas sobre la cara, contando el primer, la base, sombras, labial, y todo lo demás. No obstante, en el espejo eran imposibles de reconocer. Era como una versión mejorada de mí misma, con la piel más lisa y brillante. Mis labios tenían un color nude, y el delineado en mis ojos era sencillo, terminaba un poco más allá de donde acababa mi párpado, con un poco de brillo dorado a la altura del lagrimal. Mi mirada se veía más despierta, mis ojos más grandes y profundos.

Liz se encargó de mis uñas. Hizo un bonito trabajo, siguiendo el patrón de colores del vestido, un azul oscuro como el cielo, en desgrades, inspirado en el cielo nocturno.

Y por más irónico que parezca, fue Medusa la encargada de mi cabello.

Creo que mis rizos nunca habían tenido tanta forma. Se habían vuelto obedientes y definidos. Tomé un mechón solo para estirarlo y ver cómo rápidamente recobraba su estructura. Aún así se veían naturales, cosa que yo solo creía que se lograba sin fijador.

—Tienes que enseñarme a hacer esto. —Le dije.

—Soy una experta en cabellos rebeldes —dijo Medusa, tocando una de sus serpientes.

Era una buena observación.

—Estuve encerrada una semana contigo para que practicaras —alegó Flor, quien cumplía la labor de asistente de las tres estilistas, entregando las brochas a Fran, o acercándole las peinetas a Medusa.

Ella también tenía ondas, solo que menos pronunciadas que las mías, y las llevaba recogidas en un moño alto.

—Es primera vez que puedo ayudar a una amiga a prepararse para su noche soñada —explicó Medusa—. Es tán emocionante. Creí que nunca podría hacerlo, tenía que llegar preparada.

Y aunque no hubiera usado sus ojos, efectivamente me convirtió en piedra.

Acababa de llamarme amiga.

—Podrías montar un salón de belleza si te gusta tanto —comentó Fran.

—Sabes que no puedo mirar a los hombres a la cara —alegó Medusa—. Además no sé cómo pretendes ocultar el detalle de mi cabello.

—¿Adrian no estaba preparándote unas gafas? De seguro él puede solucionarlo, solo no te las quites —dijo Fran— Y podríamos buscar una peluca que te quede, quizás hasta podríamos hacerte una que haga que las serpientes no se sientan tan ahogadas.

El deseo de AfroditaWhere stories live. Discover now